19/12/2021, 19:22
Abrió la boca para replicar que sí, que por supuesto que se acordaba de todo. No obstante, cuando intentó atrapar los recuerdos se le escaparon como el humo entre los dedos. Era como si se acabase de despertar de un mal sueño. Tenía una ligera sensación de cómo había sido, pero en cuanto intentaba entrar en detalles, se perdía en la penumbra. Y, con el paso de los segundos, la oscuridad era total.
Shukaku tampoco se acordaba de un carajo.
Hanabi se lo explicó todo. El combate, las palabras que él —no, que Sakyū— había dicho. Cuanto más escuchaba, más se daba cuenta de que lo que habían creado era…
—Joder… ¡es acojonante! Hemos… Dioses, ¿hemos creado vida? —preguntó, más a Shukaku que a Hanabi. Era alucinante y aterrador al mismo tiempo. Para nada era lo que Shukaku y él habían pensado. En cierto modo, habían fracasado en su intento—. No, quiero decir, sí, sí. No te preocupes, Hanabi. ¡Precisamente la usé contigo porque sabía que podrías pararnos los pies en caso de que se fuese de madre! Aunque, la verdad, pensé que conservaríamos ambas… voluntades. Y nuestras conciencias. Joder, definitivamente pensé que nuestras conciencias seguirían ahí.
Cuanto más lo pensaba, más amargo se le hacía. Hanabi tenía razón: no tenían ni idea de lo que habían creado, ni de las consecuencias que podría llevar. Miró a su alrededor. Ahora que la nube de polvo y arena se había disipado, apreció que varios curiosos se habían acercado hasta allí. Suspiró, y de pronto sintió un gran peso en los hombros.
—Supongo que esta ha sido la última locura que haremos en mucho tiempo, ¿hmm? —Hanabi todavía no se había marchado, y él todavía no había asumido oficialmente el cargo. Pero la melancolía de no tener a un amigo cerca y la añoranza de la libertad ya se habían adueñado de él—. Hanabi, tanto si el pueblo te elige como presidente como si no, quiero que sepas que yo...
Le estrechó la mano y esbozó una sonrisa sincera.
—Yo siempre seré tu ninja.
Shukaku tampoco se acordaba de un carajo.
Hanabi se lo explicó todo. El combate, las palabras que él —no, que Sakyū— había dicho. Cuanto más escuchaba, más se daba cuenta de que lo que habían creado era…
—Joder… ¡es acojonante! Hemos… Dioses, ¿hemos creado vida? —preguntó, más a Shukaku que a Hanabi. Era alucinante y aterrador al mismo tiempo. Para nada era lo que Shukaku y él habían pensado. En cierto modo, habían fracasado en su intento—. No, quiero decir, sí, sí. No te preocupes, Hanabi. ¡Precisamente la usé contigo porque sabía que podrías pararnos los pies en caso de que se fuese de madre! Aunque, la verdad, pensé que conservaríamos ambas… voluntades. Y nuestras conciencias. Joder, definitivamente pensé que nuestras conciencias seguirían ahí.
Cuanto más lo pensaba, más amargo se le hacía. Hanabi tenía razón: no tenían ni idea de lo que habían creado, ni de las consecuencias que podría llevar. Miró a su alrededor. Ahora que la nube de polvo y arena se había disipado, apreció que varios curiosos se habían acercado hasta allí. Suspiró, y de pronto sintió un gran peso en los hombros.
—Supongo que esta ha sido la última locura que haremos en mucho tiempo, ¿hmm? —Hanabi todavía no se había marchado, y él todavía no había asumido oficialmente el cargo. Pero la melancolía de no tener a un amigo cerca y la añoranza de la libertad ya se habían adueñado de él—. Hanabi, tanto si el pueblo te elige como presidente como si no, quiero que sepas que yo...
Le estrechó la mano y esbozó una sonrisa sincera.
—Yo siempre seré tu ninja.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado