8/01/2022, 17:23
Nathifa asintió. Algo le decía a Zaide que no importaba la manera en que se hubiese defendido Daigo, el resultado iba a ser el mismo.
—La sentencia entonces es clara: pagarás con tu vida la vida que has robado. Sirviendo. —Miró a uno de sus sirvientes—. Dale la recompensa a…
—Roro —le ayudó Zaide, al darse cuenta de que a ella se le había olvidado el nombre.
Un sobre voló en su dirección y cayó en sus manos. Cuando lo abrió, contó tres mil ryōs en billetes.
—Aquí falta la mitad. —Según había podido averiguar por el camino, la recompensa fijada era de seis mil.
—Quizá no te diste cuenta, Roro, pero estamos en guerra. Y por lo que veo, Daigo no podrá servir muy bien en la condición en la que me has traído.
—Accidentes que ocurren —dijo, encogiéndose de hombros—. De todas formas, el cartel no especificaba la condición del capturado. Te tenía por una mujer que cumple con su palabra, Nathifa.
Se produjo un silencio tenso. Zaide se dio cuenta que quizá había tensado demasiado la cuerda. Estaba rodeado por un buen puñado de ninjas a los que no le importaba morir matando, por no hablar del ejército de afuera. A las malas, estaba jodido.
—Si no te gusta lo que ofrezco, puedes devolver el dinero.
Zaide dudaba de que si le devolvía el dinero podría a cambio llevarse a Daigo. De todas formas, ¿para qué iba a hacerlo? Era un peso muerto, ni su propia Kage había dado un duro por salvarle. Al menos de Nathifa obtenía unas cuantas noches en posadas y comida caliente. Y un puñado de caramelos para Yota, que estaba insoportable cuando no los tenía.
Realizó una reverencia.
—Para nada. Todo suyo. —Bajó la voz para despedirse del kusajin—. Buena suerte.
Cuando salió por el gran portalón, ya no volvió a mirar atrás.
—La sentencia entonces es clara: pagarás con tu vida la vida que has robado. Sirviendo. —Miró a uno de sus sirvientes—. Dale la recompensa a…
—Roro —le ayudó Zaide, al darse cuenta de que a ella se le había olvidado el nombre.
Un sobre voló en su dirección y cayó en sus manos. Cuando lo abrió, contó tres mil ryōs en billetes.
—Aquí falta la mitad. —Según había podido averiguar por el camino, la recompensa fijada era de seis mil.
—Quizá no te diste cuenta, Roro, pero estamos en guerra. Y por lo que veo, Daigo no podrá servir muy bien en la condición en la que me has traído.
—Accidentes que ocurren —dijo, encogiéndose de hombros—. De todas formas, el cartel no especificaba la condición del capturado. Te tenía por una mujer que cumple con su palabra, Nathifa.
Se produjo un silencio tenso. Zaide se dio cuenta que quizá había tensado demasiado la cuerda. Estaba rodeado por un buen puñado de ninjas a los que no le importaba morir matando, por no hablar del ejército de afuera. A las malas, estaba jodido.
—Si no te gusta lo que ofrezco, puedes devolver el dinero.
Zaide dudaba de que si le devolvía el dinero podría a cambio llevarse a Daigo. De todas formas, ¿para qué iba a hacerlo? Era un peso muerto, ni su propia Kage había dado un duro por salvarle. Al menos de Nathifa obtenía unas cuantas noches en posadas y comida caliente. Y un puñado de caramelos para Yota, que estaba insoportable cuando no los tenía.
Realizó una reverencia.
—Para nada. Todo suyo. —Bajó la voz para despedirse del kusajin—. Buena suerte.
Cuando salió por el gran portalón, ya no volvió a mirar atrás.