26/01/2022, 01:19
La mujer a la que Daigo le daba las gracias debía rondar la treintena, aunque el hambre y la suciedad le hacía parecer mayor. En sus ojos avellana se intuía un brillo fiero, ensombrecidos por la penuria en la que vivía. Su melena, cortada en mechones desiguales —como si necesitase cortar su propio pelo para usos concretos—, era castaña. O se intuía que era castaña, entre un sinfín de trenzas enmarañadas y grasientas.
—No fue por ti —dijo, agachándose junto a él en una actitud nada amenazante. De su cuello colgaba una bandana. Tenía una espiral dibujada en la placa, atravesada por una raya en horizontal—, sino por recuperar esto.
Al seguir con la vista hacia donde se dirigía la mano de ella, Daigo lo vio: una especie de daga enterrada en su muslo. La buena noticia es que no se había dado cuenta hasta ahora. La mala noticia es que eso hablaba muy mal de su recuperación. Bueno, eso… y que tenía una jodida daga clavada hasta el fondo.
La muchacha atrapó la empuñadura con la mano y dio un tirón brusco para sacársela de la pierna.
—No fue por ti —dijo, agachándose junto a él en una actitud nada amenazante. De su cuello colgaba una bandana. Tenía una espiral dibujada en la placa, atravesada por una raya en horizontal—, sino por recuperar esto.
Al seguir con la vista hacia donde se dirigía la mano de ella, Daigo lo vio: una especie de daga enterrada en su muslo. La buena noticia es que no se había dado cuenta hasta ahora. La mala noticia es que eso hablaba muy mal de su recuperación. Bueno, eso… y que tenía una jodida daga clavada hasta el fondo.
La muchacha atrapó la empuñadura con la mano y dio un tirón brusco para sacársela de la pierna.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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