2/02/2022, 03:08
Hace no mucho, la noticia del fallecimiento de la última kage de la "vieja escuela" estremeció al mundo. Una guerra comenzó y el avance fue raudo y veloz. Ante esto, el joven Akamatsu sólo pudo decir una cosa. «¿Por qué a mí?» De pronto, sentía que había nacido en la época equivocada, en el lugar equivocado. Pero aunque las fuerzas de Kurama continuaran con su conquista, muchas otras cosas iban a seguir iguales.
El joven caminaba con esto en mente luego de salir de Yachi. De pronto necesitaba meditar seriamente en lo que se avecinaba.
Ni siquiera asistió al funeral de la Arashikage. No lo consideraba correcto. Pese a todo, aún tenía esa sensación de sentirse un forastero en Amegakure, sin un aprecio real a esa ciudad de acero que aún le resultaba algo asfixiante. Las tierras heladas dónde nació y creció escuchando historias, de pronto ya no eran más un "hogar". No podía ni siquiera pensar en poner un pie en donde hubiera nieve sobre la tierra. El muchacho caminaba hasta que a lo lejos vio un pequeño pueblito donde no había más de diez casas, al menos no bien hechas.
Podían verse carpas improvisadas que eran ocupadas por familias que seguramente fueron de los pocos que quizá por alguna casualidad demasiado grandiosa lograron huir del País de la Tierra para no servir a Kurama. «Pero su vida no parece que vaya a mejorar.» La existencia de refugiados era normal en una guerra a gran escala, pero eso no lo hacía menos triste.
Uno de los pocos edificios en regla del lugar parecía un pequeño comedor. Si como cliente podía ayudar un poco, al menos se tomaría un té. Ordenó su bebida y se sentó una silla bajo una terraza de madera.
—¿Qué estás haciendo, Nao? — se regañó a si mismo mientras se llevaba la palma derecha de la mano a la cara.
¿Por qué estaba preocupado en primer lugar? «No mandarán a un genin mediocre a la primera línea de batalla. Y tampoco es que tengo algo que me importe en ningún sitio.» ¿Entonces porqué? No estaba haciendo nada, mientras una guerra avanzaba.
Pero el mundo, el sol y la luna, seguían girando. Necesitaba una respuesta, pero no sabía ni siquiera qué debía preguntar.
El joven caminaba con esto en mente luego de salir de Yachi. De pronto necesitaba meditar seriamente en lo que se avecinaba.
Ni siquiera asistió al funeral de la Arashikage. No lo consideraba correcto. Pese a todo, aún tenía esa sensación de sentirse un forastero en Amegakure, sin un aprecio real a esa ciudad de acero que aún le resultaba algo asfixiante. Las tierras heladas dónde nació y creció escuchando historias, de pronto ya no eran más un "hogar". No podía ni siquiera pensar en poner un pie en donde hubiera nieve sobre la tierra. El muchacho caminaba hasta que a lo lejos vio un pequeño pueblito donde no había más de diez casas, al menos no bien hechas.
Podían verse carpas improvisadas que eran ocupadas por familias que seguramente fueron de los pocos que quizá por alguna casualidad demasiado grandiosa lograron huir del País de la Tierra para no servir a Kurama. «Pero su vida no parece que vaya a mejorar.» La existencia de refugiados era normal en una guerra a gran escala, pero eso no lo hacía menos triste.
Uno de los pocos edificios en regla del lugar parecía un pequeño comedor. Si como cliente podía ayudar un poco, al menos se tomaría un té. Ordenó su bebida y se sentó una silla bajo una terraza de madera.
—¿Qué estás haciendo, Nao? — se regañó a si mismo mientras se llevaba la palma derecha de la mano a la cara.
¿Por qué estaba preocupado en primer lugar? «No mandarán a un genin mediocre a la primera línea de batalla. Y tampoco es que tengo algo que me importe en ningún sitio.» ¿Entonces porqué? No estaba haciendo nada, mientras una guerra avanzaba.
Pero el mundo, el sol y la luna, seguían girando. Necesitaba una respuesta, pero no sabía ni siquiera qué debía preguntar.