13/02/2022, 23:24
Chiiro pareció verse satisfecha con la respuesta del albino. Con una sonrisa de oreja a oreja, la chiquilla enseguida abandonó su mesa para seguir ayudando a su madre adoptiva con la pastelería. Kōri había vuelto a echar mano de un pastelito cuando Kiroe volvió a las suyas, pero su verborrea se vio repentinamente interrumpida con la inesperada llegada de Daruu.
—¿Qué clase de espectáculo estás montando aquí, mamá?
La continua animosidad del local se vio congelado de repente. Todos enmudecieron como si acabaran de ver entrar a un fantasma. De un momento a otro, uno de los clientes pagó a toda prisa a Kiroe y salió de la cafetería como si la vida le fuera en ello, y otra mujer comenzó a beberse su café a toda velocidad. Debía de estar abrasándose en el proceso, a juzgar por el color de su rostro. Daruu le recriminó a Kiroe su particular cotilleo y, después de pedirle (o exigirle) hablar con El Hielo a solas, se acercó a su mesa.
—A veces es insufrible —le dijo, echando mano de uno de sus bollitos de vainilla sin ningún tipo de permiso—. No hace más que meterme en compromisos y en problemas de todo tipo. ¿Le has contado tú que me llamó al despacho, sensei?
—Eso es mío —replicó Kōri, aunque no hizo ningún intento por quitárselo de las manos—. Y no, yo no le he dicho nada sobre eso. De hecho, iba a preguntarte si se lo habías dicho tú.
Era de sobras conocido que Kiroe tenía una peculiar habilidad para enterarse de todo lo que se estaba cociendo a su alrededor. Sin embargo, uno nunca terminaba de acostumbrarse. ¿Acaso ningún secreto quedaba a salvo de aquella pastelera?
—¿Qué clase de espectáculo estás montando aquí, mamá?
La continua animosidad del local se vio congelado de repente. Todos enmudecieron como si acabaran de ver entrar a un fantasma. De un momento a otro, uno de los clientes pagó a toda prisa a Kiroe y salió de la cafetería como si la vida le fuera en ello, y otra mujer comenzó a beberse su café a toda velocidad. Debía de estar abrasándose en el proceso, a juzgar por el color de su rostro. Daruu le recriminó a Kiroe su particular cotilleo y, después de pedirle (o exigirle) hablar con El Hielo a solas, se acercó a su mesa.
—A veces es insufrible —le dijo, echando mano de uno de sus bollitos de vainilla sin ningún tipo de permiso—. No hace más que meterme en compromisos y en problemas de todo tipo. ¿Le has contado tú que me llamó al despacho, sensei?
—Eso es mío —replicó Kōri, aunque no hizo ningún intento por quitárselo de las manos—. Y no, yo no le he dicho nada sobre eso. De hecho, iba a preguntarte si se lo habías dicho tú.
Era de sobras conocido que Kiroe tenía una peculiar habilidad para enterarse de todo lo que se estaba cociendo a su alrededor. Sin embargo, uno nunca terminaba de acostumbrarse. ¿Acaso ningún secreto quedaba a salvo de aquella pastelera?