3/02/2016, 13:51
De todas las cosas que Datsue podía haber dicho era justo esa la única que Kunie no se esperaba. Creía que el Uchiha le respondería con su habitual sorna, no queriendo darse por vencido en el duelo dialéctico que parecía entablarse cada vez que conversaban.
- Tienes razón. - admitió Datsue, serio, sin un ápice de ironía en el tono de su voz.- Por eso vas a venir conmigo.
La kunoichi abrió tanto la boca que creyó que se le iba a desencajar la mandíbula. Se quedó así, en aquella ridícula pose, unos cuantos segundos. Era incapaz de asimilarlo. ¿Habla en serio? El viento nocturno sopló un momento con más fuerza, como si quisiera añadir dramatismo a la curiosa escena. El frío que le subió por la espalda la devolvió a la realidad, forzándola a reaccionar. Pero, ¿qué debía decir? Shinogi-to era la fuente de su pasado, un pozo de maldad y negrura que le traía a la mente todo tipo de dolorosos recuerdos.
- No puedes hablar en serio... - balbuceó.- ¿Es que no me has escuchado?
Se hizo el silencio de nuevo. Kunie se mantenía en aquella postura incómoda, casi marmórea, mientras en su cabeza se amontonaban cientos de recuerdos, imágenes, sonidos y olores. Todos le daban vueltas dentro del cráneo, como si fuese una ensaladera. Pero, sobre todos aquello, permanecían los nombres. Eran los reyes de la jerarquía emocional dentro de su mente. Muchos nombres, algunos más sólidos y sangrientos que otros, como el acero de una espada bañada en color carmesí. Hida, 'Shibōkuma', 'Katame', Akira... La mayoría no eran nombres en sí, sino apodos, pero lo que contaba no era su forma. Era aquello que representaban. Hombres. Y, de entre todos, uno resonaba con fuerza. Shishio.
Kunie apretó los dientes, y sus manos se cerraron inconscientemente para formar dos pequeños puños de apariencia delicada.
- ¿Y qué gano yo?
- Tienes razón. - admitió Datsue, serio, sin un ápice de ironía en el tono de su voz.- Por eso vas a venir conmigo.
La kunoichi abrió tanto la boca que creyó que se le iba a desencajar la mandíbula. Se quedó así, en aquella ridícula pose, unos cuantos segundos. Era incapaz de asimilarlo. ¿Habla en serio? El viento nocturno sopló un momento con más fuerza, como si quisiera añadir dramatismo a la curiosa escena. El frío que le subió por la espalda la devolvió a la realidad, forzándola a reaccionar. Pero, ¿qué debía decir? Shinogi-to era la fuente de su pasado, un pozo de maldad y negrura que le traía a la mente todo tipo de dolorosos recuerdos.
- No puedes hablar en serio... - balbuceó.- ¿Es que no me has escuchado?
Se hizo el silencio de nuevo. Kunie se mantenía en aquella postura incómoda, casi marmórea, mientras en su cabeza se amontonaban cientos de recuerdos, imágenes, sonidos y olores. Todos le daban vueltas dentro del cráneo, como si fuese una ensaladera. Pero, sobre todos aquello, permanecían los nombres. Eran los reyes de la jerarquía emocional dentro de su mente. Muchos nombres, algunos más sólidos y sangrientos que otros, como el acero de una espada bañada en color carmesí. Hida, 'Shibōkuma', 'Katame', Akira... La mayoría no eran nombres en sí, sino apodos, pero lo que contaba no era su forma. Era aquello que representaban. Hombres. Y, de entre todos, uno resonaba con fuerza. Shishio.
Kunie apretó los dientes, y sus manos se cerraron inconscientemente para formar dos pequeños puños de apariencia delicada.
- ¿Y qué gano yo?