3/02/2016, 17:15
—¡No me pasa nada! —reiteró Ayame, esta vez más exaltada. Daruu esbozó un ligero mohín preocupado y agachó la mirada, acongojado. La sonrisa de la kunoichi se le antojaba de todo menos verdadera—. El viaje ha sido demasiado largo, hemos tenido algunos contratiempos, y papá no me ha dado tregua ningún día. Sólo es el cansancio y los nervios, de verdad, Durru-san.
Daruu suspiró. Aparte de confundir su nombre, aquella Ayame no se parecía nada a la que había invitado a la pastelería de su madre, hacía meses ya. «¿Y tú, Daruu, eres tú el mismo?»
—Supongo que es eso —sentenció, y volvió a hacerse el silencio entre ellos dos.
—¡Niños, dejáos de manitas y acelerad el paso! —Zetsuo gritó por delante de ellos, y parecía visiblemente molesto. Ayame agachó la cabeza y se apresuró para ponerse a la altura de su padre, pero a Daruu no terminó de sentarle aquello muy bien.
Se quedó un momento parado clavando la mirada en Zetsuo como un lobo suicida que desafía al resto de su manada. Finalmente, continuó caminando, pero estaba claro que no iba a quedarse tranquilo si no replicaba:
—Se hablar como una chica sin lanzarle el anzuelo, pero gracias, Zetsuo. —El águila acababa de perder cualquier tipo de sufijo de respeto que pudiera haber querido decirle antes. No todo el mundo es capaz de captar esas sutilezas, pero alguien como él no podría pasarlas por alto—. Tengo muchas más preocupaciones que eso, como por ejemplo, hacer que pierdas tu estúpida apuesta.
Se arrepintió enseguida de aquél desafío, pero lo cierto es que se había quedado bien a gusto, y había una cosa que tenía muchas ganas de decir y que le gritaba desde dentro del pecho como un pájaro enjaulado que estaba deseando salir. No sabía muy bien como expresarlo, pero era como si alguien dentro de él quisiera decirlo bien alto y bien claro. Alguien que no conocía pero que sí conocía a Zetsuo. O tal vez, ya se conociesen de antes. Quién sabe:
—Tú no me das órdenes.
Esperaba que su madre le parase los pies en algún momento, pero lo cierto es que se apoyó en el hombro de Zetsuo y, simplemente, dijo:
—¡Ay, qué recuerdos! ¿A que se parece a mi Danbaku?
Se conocían.
Daruu apretó los puños y desafió con la mirada a Zetsuo.
«Como digas algo malo de mi padre, te vas a cagar».
Daruu suspiró. Aparte de confundir su nombre, aquella Ayame no se parecía nada a la que había invitado a la pastelería de su madre, hacía meses ya. «¿Y tú, Daruu, eres tú el mismo?»
—Supongo que es eso —sentenció, y volvió a hacerse el silencio entre ellos dos.
—¡Niños, dejáos de manitas y acelerad el paso! —Zetsuo gritó por delante de ellos, y parecía visiblemente molesto. Ayame agachó la cabeza y se apresuró para ponerse a la altura de su padre, pero a Daruu no terminó de sentarle aquello muy bien.
Se quedó un momento parado clavando la mirada en Zetsuo como un lobo suicida que desafía al resto de su manada. Finalmente, continuó caminando, pero estaba claro que no iba a quedarse tranquilo si no replicaba:
—Se hablar como una chica sin lanzarle el anzuelo, pero gracias, Zetsuo. —El águila acababa de perder cualquier tipo de sufijo de respeto que pudiera haber querido decirle antes. No todo el mundo es capaz de captar esas sutilezas, pero alguien como él no podría pasarlas por alto—. Tengo muchas más preocupaciones que eso, como por ejemplo, hacer que pierdas tu estúpida apuesta.
Se arrepintió enseguida de aquél desafío, pero lo cierto es que se había quedado bien a gusto, y había una cosa que tenía muchas ganas de decir y que le gritaba desde dentro del pecho como un pájaro enjaulado que estaba deseando salir. No sabía muy bien como expresarlo, pero era como si alguien dentro de él quisiera decirlo bien alto y bien claro. Alguien que no conocía pero que sí conocía a Zetsuo. O tal vez, ya se conociesen de antes. Quién sabe:
—Tú no me das órdenes.
Esperaba que su madre le parase los pies en algún momento, pero lo cierto es que se apoyó en el hombro de Zetsuo y, simplemente, dijo:
—¡Ay, qué recuerdos! ¿A que se parece a mi Danbaku?
Se conocían.
Daruu apretó los puños y desafió con la mirada a Zetsuo.
«Como digas algo malo de mi padre, te vas a cagar».