29/03/2022, 15:36
El tiempo siguió pasando. Allí, en el Ojete de Ōnindo, los reclutas no hablaban mucho, ni se movían demasiado. A veces, cuando querían comunicarse, incluso lo hacían con meros gruñidos o gestos. Era como si la falta de comida les aletargase. O, quizá, que querían ahorrar cada gota de energía que les quedaba.
¿Era de noche? ¿Era de día? Las antorchas que estaban por encima del pozo eran la única luz con la que contaban. Difícil saberlo. Lo único cierto es que Daigo tenía cada vez más sueño.
Cada vez más sueño.
Cada vez más…
Una sombra. Una silueta se movía en silencio. De no contar con los ojos abiertos, ni la hubiese escuchado.
Alguien se acercaba a su grupo, aparentemente dormido.
¿Qué haría Daigo?
¿Era de noche? ¿Era de día? Las antorchas que estaban por encima del pozo eran la única luz con la que contaban. Difícil saberlo. Lo único cierto es que Daigo tenía cada vez más sueño.
Cada vez más sueño.
Cada vez más…
Una sombra. Una silueta se movía en silencio. De no contar con los ojos abiertos, ni la hubiese escuchado.
Alguien se acercaba a su grupo, aparentemente dormido.
¿Qué haría Daigo?