4/02/2016, 11:03
Sin embargo, Daruu tenía un carácter más fuerte que el de Ayame. Y así lo demostró cuando siguió plantado en el sitio, desafiando a Aotsuki Zetsuo con la mirada.
—Se hablar como una chica sin lanzarle el anzuelo, pero gracias, Zetsuo.
«Oh, no...» Ayame se encogió sobre sí misma, intercambiando la mirada entre su padre y su compañero.
Por su parte, Zetsuo había entornado peligrosamente los ojos. Daruu había pasado del "-dono" a restarle cualquier tipo de sufijo de respeto de un minuto a otro.
—Tengo muchas más preocupaciones que eso, como por ejemplo, hacer que pierdas tu estúpida apuesta.
—Pues espero que esas preocupaciones tengan algo más que ver con tu responsabilidad como shinobi, y no con tu jodida pasión por la floristería o hablar como una chica —le espetó, maliciosamente.
—Tú no me das órdenes.
Ayame tragó saliva. El ambiente estaba tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar, y estaba convencida de que Daruu tendría todas las de perder si terminaban enzarzándose. Por suerte, Kiroe estaba allí para defender a su hijo, ¿pero por qué no había actuado ya para evitar todo aquel entuerto. Kōri, que había estado estudiando toda la escena en silencio, suspiró junto a ella.
—Demasiado impulsivo... —le oyó decir en voz baja, y Ayame se mordió el labio inferior. ¿Por qué se revolvía de aquella manera? ¿No se daba cuenta de que, lejos de ser solamente su vecino, se encontraba ante un poderoso shinobi de rango superior al suyo?
Y justo en el momento en el que los músculos de su padre parecían tensarse hasta su máximo, Kiroe decidió intervenir:
—¡Ay, qué recuerdos! ¿A que se parece a mi Danbaku?
«¿Danbaku?»
Daruu seguía con la mirada clavada en Zetsuo, y él le sostuvo el duelo sin ningún tipo de remilgo. Avellana contra aguamarina, parecía que en cualquier momento iban a saltar chispas entre los dos.
«Como digas algo malo de mi padre, te vas a cagar».
—Desde luego, es igual de irrespetuoso que su padre. Espero que al menos se le dé mejor combatir que a él, o te verás en la ruina, Kiroe.
—Se hablar como una chica sin lanzarle el anzuelo, pero gracias, Zetsuo.
«Oh, no...» Ayame se encogió sobre sí misma, intercambiando la mirada entre su padre y su compañero.
Por su parte, Zetsuo había entornado peligrosamente los ojos. Daruu había pasado del "-dono" a restarle cualquier tipo de sufijo de respeto de un minuto a otro.
—Tengo muchas más preocupaciones que eso, como por ejemplo, hacer que pierdas tu estúpida apuesta.
—Pues espero que esas preocupaciones tengan algo más que ver con tu responsabilidad como shinobi, y no con tu jodida pasión por la floristería o hablar como una chica —le espetó, maliciosamente.
—Tú no me das órdenes.
Ayame tragó saliva. El ambiente estaba tenso como la cuerda de un arco a punto de disparar, y estaba convencida de que Daruu tendría todas las de perder si terminaban enzarzándose. Por suerte, Kiroe estaba allí para defender a su hijo, ¿pero por qué no había actuado ya para evitar todo aquel entuerto. Kōri, que había estado estudiando toda la escena en silencio, suspiró junto a ella.
—Demasiado impulsivo... —le oyó decir en voz baja, y Ayame se mordió el labio inferior. ¿Por qué se revolvía de aquella manera? ¿No se daba cuenta de que, lejos de ser solamente su vecino, se encontraba ante un poderoso shinobi de rango superior al suyo?
Y justo en el momento en el que los músculos de su padre parecían tensarse hasta su máximo, Kiroe decidió intervenir:
—¡Ay, qué recuerdos! ¿A que se parece a mi Danbaku?
«¿Danbaku?»
Daruu seguía con la mirada clavada en Zetsuo, y él le sostuvo el duelo sin ningún tipo de remilgo. Avellana contra aguamarina, parecía que en cualquier momento iban a saltar chispas entre los dos.
«Como digas algo malo de mi padre, te vas a cagar».
—Desde luego, es igual de irrespetuoso que su padre. Espero que al menos se le dé mejor combatir que a él, o te verás en la ruina, Kiroe.