1/04/2022, 10:26
Cualquiera diria que estando debajo del barranco se oiría a cualquier persona que estuviese a menos de un kilometro por la acustica de las paredes y el eco, pero esa gente no tenía en cuenta lo ruidoso que era ese rio. Cada dos por tres tenía pequeñas cascadas que repicaban como campanas de iglesia por la cantidad de rocas caidas que tenía en su curso. Por eso era dificil darse cuenta de las voces que tenían a su espalda hasta que ya estuvieron bastante cerca.
— Mira, a mi me da igual lo que hagan, ¿vale? Mientras me paguen por simplemente estar y no por degollar a nadie, yo no sé nada.
— Vamos, hombre, no puedes decirme que no son más sospechosos que un perro cojeando. Preferiría trabajar honradamente.
— Hemos vigilado un sitio durante un rato, ¡ni siquiera hemos tenido que parar a nadie! ¿Quien demonios iba a bajar aquí de todas formas?
Se trataba de dos hombres, flacuchos, a unos cincuenta metros de ambas kunoichi. Acababan de aparecer de una de las curvas que hacía el rio. Vestían camisetas verdes, uno de un verde más gastado y oscuro que el otro, que además parecía ser el mayor de los dos. El mayor había puesto un brazo delante del otro, deteniendo su marcha. Si las chicas se giraban apenas tendrían un segundo para contemplar sus figuras antes de que los hombres empezasen a correr por donde habían venido a toda prisa. Estaban diciendose algo, pero ahora que miraban en la dirección contraria a ellas, les era imposible de entender.
— Mira, a mi me da igual lo que hagan, ¿vale? Mientras me paguen por simplemente estar y no por degollar a nadie, yo no sé nada.
— Vamos, hombre, no puedes decirme que no son más sospechosos que un perro cojeando. Preferiría trabajar honradamente.
— Hemos vigilado un sitio durante un rato, ¡ni siquiera hemos tenido que parar a nadie! ¿Quien demonios iba a bajar aquí de todas formas?
Se trataba de dos hombres, flacuchos, a unos cincuenta metros de ambas kunoichi. Acababan de aparecer de una de las curvas que hacía el rio. Vestían camisetas verdes, uno de un verde más gastado y oscuro que el otro, que además parecía ser el mayor de los dos. El mayor había puesto un brazo delante del otro, deteniendo su marcha. Si las chicas se giraban apenas tendrían un segundo para contemplar sus figuras antes de que los hombres empezasen a correr por donde habían venido a toda prisa. Estaban diciendose algo, pero ahora que miraban en la dirección contraria a ellas, les era imposible de entender.