2/04/2022, 01:30
— ¡Oye! —El ninja se vio sorprendido por el repentino cambio.
Y Chika continuó, continuó sin importarle sus heridas, o el dolor, o sus probabilidades de éxito. Continuó porque si no lo hacía probablemente perdería a su hermana. Corrió sin detenerse a pesar del cansancio y, aunque sus heridas eran graves y las múltiples contusiones que había sufrido impedían que se moviese con facilidad, casi podía seguirle el ritmo al hombre que perseguía.
Casi.
Cuando se vio demasiado lejos como para placar al hombre, Chika decidió intentar lanzarse a sus pies, pero simplemente no pudo alcanzarlo. Las heridas eran demasiado, incluso para ella, así que cayó al suelo de cara antes de recibir otro fuerte golpe en la nuca.
Al final, mientras perdía la conciencia, lo último que pudo ver fue a su hermana desaparecer por la esquina izquierda.
Allí, en medio de la fría noche y la lluvia, Chika probablemente pensó que iba a morir, o peor: a perder a su hermana. Pero, una vez más y gracias a dios, no fue la muerte quien la encontró, sino Raijin.
— ¿Chika? —Le preguntó, mientras se agachaba a su lado, tapándolos a ambos con un paraguas—. Chika ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
Su voz y sus mirada eran la de un padre preocupado, pero a la vez parecía calmado, de alguna manera extraña.
Y Chika continuó, continuó sin importarle sus heridas, o el dolor, o sus probabilidades de éxito. Continuó porque si no lo hacía probablemente perdería a su hermana. Corrió sin detenerse a pesar del cansancio y, aunque sus heridas eran graves y las múltiples contusiones que había sufrido impedían que se moviese con facilidad, casi podía seguirle el ritmo al hombre que perseguía.
Casi.
Cuando se vio demasiado lejos como para placar al hombre, Chika decidió intentar lanzarse a sus pies, pero simplemente no pudo alcanzarlo. Las heridas eran demasiado, incluso para ella, así que cayó al suelo de cara antes de recibir otro fuerte golpe en la nuca.
Al final, mientras perdía la conciencia, lo último que pudo ver fue a su hermana desaparecer por la esquina izquierda.
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Allí, en medio de la fría noche y la lluvia, Chika probablemente pensó que iba a morir, o peor: a perder a su hermana. Pero, una vez más y gracias a dios, no fue la muerte quien la encontró, sino Raijin.
— ¿Chika? —Le preguntó, mientras se agachaba a su lado, tapándolos a ambos con un paraguas—. Chika ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
Su voz y sus mirada eran la de un padre preocupado, pero a la vez parecía calmado, de alguna manera extraña.