6/04/2022, 19:30
La mujer lo miró, deshilachando cada trama de su ser, parecía no creer una sola palabra de lo que decía. Y preguntó sin más si el hombre le había engañado y escapado sin más. Pero la respuesta era bastante obvia: ¿Acaso no le había visto coger el dinero del suelo?.
—No, pero casi. —Respondió.
La mujer afirmó que como fuese, informaría al resto de shinobis para estar atentos del toma. Evidentemente, tanto él como ella, sabían que en éstos tiempos éste tipo de delitos casi carecían de importancia. Habían cosas mucho peores, y eso no había quien lo pudiese ocultar. Sin preámbulos, la mujer se dio la vuelta y antes de seguir a lo suyo, sentenció que no diese más problemas.
Volvía a ser el Senju de siempre.
Siete se encogió de hombros, y terminó por no responder. A fin de cuentas, era un extranjero. No era más que un visitante efímero, que tarde o temprano se iría de esas húmedas tierras, y no regresaría jamás. Al menos ese era su pensamiento. Vaya late tener que soportar nuevamente ese temporal sobre sus hombros, con lo bien que se estaba bajo el manto del sol. Con razón los de Ame tenían ese mal genio...
«Bueno, hora de pillar esa puta sombrilla. Aunque...» Se miró las ropas: Mojadas. «Aunque... ya me va a servir de poco, ¿no?.»
Pero bueno, sabía que tarde o temprano podría darle uso. Y no habían mejores sombrillas que las fabricadas en una ciudad en la que permanentemente llueve. Seguro que estaban adaptadas para aguantarlo todo, o por lo menos muy bien hechas. Así pues, volvió a retomar sus paso o saltos, regresando a la tienda que había tenido que abandonar a las prisas.
—¡Disculpe señor! —Anunció nada más estar en visual. —Ya... ya resolví el problema.
Aunque posiblemente, el mayor de los problemas estaba allí.
—No, pero casi. —Respondió.
La mujer afirmó que como fuese, informaría al resto de shinobis para estar atentos del toma. Evidentemente, tanto él como ella, sabían que en éstos tiempos éste tipo de delitos casi carecían de importancia. Habían cosas mucho peores, y eso no había quien lo pudiese ocultar. Sin preámbulos, la mujer se dio la vuelta y antes de seguir a lo suyo, sentenció que no diese más problemas.
Volvía a ser el Senju de siempre.
Siete se encogió de hombros, y terminó por no responder. A fin de cuentas, era un extranjero. No era más que un visitante efímero, que tarde o temprano se iría de esas húmedas tierras, y no regresaría jamás. Al menos ese era su pensamiento. Vaya late tener que soportar nuevamente ese temporal sobre sus hombros, con lo bien que se estaba bajo el manto del sol. Con razón los de Ame tenían ese mal genio...
«Bueno, hora de pillar esa puta sombrilla. Aunque...» Se miró las ropas: Mojadas. «Aunque... ya me va a servir de poco, ¿no?.»
Pero bueno, sabía que tarde o temprano podría darle uso. Y no habían mejores sombrillas que las fabricadas en una ciudad en la que permanentemente llueve. Seguro que estaban adaptadas para aguantarlo todo, o por lo menos muy bien hechas. Así pues, volvió a retomar sus paso o saltos, regresando a la tienda que había tenido que abandonar a las prisas.
—¡Disculpe señor! —Anunció nada más estar en visual. —Ya... ya resolví el problema.
Aunque posiblemente, el mayor de los problemas estaba allí.