10/04/2022, 05:32
¿En la retaguardia? Si vamos a lo concreto, evidentemente Jun debía estar en esa posición en el campo de batalla. Tenía casi nula experiencia y era muy joven como para estar en cualquiera de los otros frentes. Ni siquiera tenía aptitudes lo suficientemente útiles para aportar algo en específico. No, aún no. Ni ella misma se hubiera imaginado estar fuera del grupo en el que estaba, dando apoyo si las cosas se salían de control y si era realmente necesario. En realidad, tampoco se imaginaba hace algunas semanas estar en la situación en la que se encontraba, incluso sabiendo que la cosa podía estallar en cualquier momento por como se estaba dando todo.
Los tambores resonaban con fuerza y la chica solo sabía que eso era como una especie de orquesta inversa: la música de estos daba indicaciones a las distintas divisiones para que hagan sus movimientos. No solo no entendía exactamente que significaban los redobles, sino que la hacía sentir hasta ciertamente incómoda. La cargaban de ansias y un nerviosismo bastante pesado para ella. Sin mencionar el hecho tan obvio de que la situación era el eje donde giraba todo, inclusive las emociones. Tan solo el ambiente de la guerra la llenaba de miedo.
¿Miedo a qué? A absolutamente todo. Miedo al enfrentamiento, al fracaso en alguna orden que le den, a la derrota, a la muerte, suya o de sus compañeros. A todo. Miedo a la soledad ¿Qué mierda sabía donde iban a estar todas las personas que conoció después de eso? Incluso volver con vida y saber que uno de los tuyos cayó en batalla iba a ser durísimo para ella, que nunca expresa el amor que tiene hacia sus cercanos pero que realmente existe. No solo su familia. Shirō, Tsubame, Hinata, Susumu. Sino a todas las personas que fue conociendo desde que empezó a ser activa como ninja. No sabía si estaban ahí o no, la cantidad ingesta de gente ni siquiera les hacía ver donde estaba el enemigo. El cual, por cierto, parecía que no estaba muy lejos por los gritos que se iban oyendo. La única cara conocida que vio era la del General de su división. Después, absolutamente a nadie más. Era la primera vez que se sentía tan insegura en un lugar con tanta gente, incluso sabiendo que todos allí eran del mismo bando.
Si sentía todo eso en la posición donde se encontraba, no se quería imaginar que le hubiera pasado allá adelante. Cagarse encima era una opción para nada descartable para esa situación hipotética.
A su alrededor, en su grupo, tenía de capitán a un kusajin bastante peculiar y con un rango ninja mayor al suyo. Eso debía ser de suficiente para que esté con aquel rol en el grupo, ¿no? Era más que claro que ella era una de la más jóvenes e inexpertas de las personas que estaban ahí, solo hacía falta ver algunas caras y placas.
Eso era lo que veía ella, ¿pero que se le veía a la Nara por fuera? Probablemente una chiquilla bastante nerviosa y sin poder estar quieta un segundo. No paraba de dar golpecitos con la punta de su bota en el piso, acompañado con el respectivo movimiento de su pierna. Además, golpeaba su vaina de su espada con las uñas levemente largas de su mano, esperando que pase lo que tenga que pasar. Su bandana no estaba en su brazo, sino en su frente, cubriendo toda su parte rapada que tenia en la cabeza y dejando relucir más la parte de arriba. Pero el cabello no le podía impedir en nada, por lo que lo tenía atado en una pequeña cola de caballo (debido al poco largo de su pelo). Si bien tuvo que deshacerse de su irreemplazable sudadera y quedarse solo con un top deportivo negro, mantuvo en su vestimenta sus pantalones largos y holgados de color violeta.
Otra cosa que quería mantener era la calma, pero evidentemente no pudo retener ese estado.
Solo le quedaba esperar.
Los tambores resonaban con fuerza y la chica solo sabía que eso era como una especie de orquesta inversa: la música de estos daba indicaciones a las distintas divisiones para que hagan sus movimientos. No solo no entendía exactamente que significaban los redobles, sino que la hacía sentir hasta ciertamente incómoda. La cargaban de ansias y un nerviosismo bastante pesado para ella. Sin mencionar el hecho tan obvio de que la situación era el eje donde giraba todo, inclusive las emociones. Tan solo el ambiente de la guerra la llenaba de miedo.
¿Miedo a qué? A absolutamente todo. Miedo al enfrentamiento, al fracaso en alguna orden que le den, a la derrota, a la muerte, suya o de sus compañeros. A todo. Miedo a la soledad ¿Qué mierda sabía donde iban a estar todas las personas que conoció después de eso? Incluso volver con vida y saber que uno de los tuyos cayó en batalla iba a ser durísimo para ella, que nunca expresa el amor que tiene hacia sus cercanos pero que realmente existe. No solo su familia. Shirō, Tsubame, Hinata, Susumu. Sino a todas las personas que fue conociendo desde que empezó a ser activa como ninja. No sabía si estaban ahí o no, la cantidad ingesta de gente ni siquiera les hacía ver donde estaba el enemigo. El cual, por cierto, parecía que no estaba muy lejos por los gritos que se iban oyendo. La única cara conocida que vio era la del General de su división. Después, absolutamente a nadie más. Era la primera vez que se sentía tan insegura en un lugar con tanta gente, incluso sabiendo que todos allí eran del mismo bando.
Si sentía todo eso en la posición donde se encontraba, no se quería imaginar que le hubiera pasado allá adelante. Cagarse encima era una opción para nada descartable para esa situación hipotética.
A su alrededor, en su grupo, tenía de capitán a un kusajin bastante peculiar y con un rango ninja mayor al suyo. Eso debía ser de suficiente para que esté con aquel rol en el grupo, ¿no? Era más que claro que ella era una de la más jóvenes e inexpertas de las personas que estaban ahí, solo hacía falta ver algunas caras y placas.
Eso era lo que veía ella, ¿pero que se le veía a la Nara por fuera? Probablemente una chiquilla bastante nerviosa y sin poder estar quieta un segundo. No paraba de dar golpecitos con la punta de su bota en el piso, acompañado con el respectivo movimiento de su pierna. Además, golpeaba su vaina de su espada con las uñas levemente largas de su mano, esperando que pase lo que tenga que pasar. Su bandana no estaba en su brazo, sino en su frente, cubriendo toda su parte rapada que tenia en la cabeza y dejando relucir más la parte de arriba. Pero el cabello no le podía impedir en nada, por lo que lo tenía atado en una pequeña cola de caballo (debido al poco largo de su pelo). Si bien tuvo que deshacerse de su irreemplazable sudadera y quedarse solo con un top deportivo negro, mantuvo en su vestimenta sus pantalones largos y holgados de color violeta.
Otra cosa que quería mantener era la calma, pero evidentemente no pudo retener ese estado.
Solo le quedaba esperar.