14/04/2022, 20:09
(Última modificación: 14/04/2022, 20:11 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
La Hambrienta le miró con la mirada encendida, y la sonrisa de alguien que se ha tirado un farol y le ha salido bien la jugada. Mordiscos fue a interceptar el paso de Daigo —le sacaba dos cabezas al kusajin—, pero la mujer le agarró del chupado brazo y tiró de él.
—¡No! —chilló, replegándose a su zona donde la Ciega y la Faraonesa estaban—. Está demasiado fuerte para ti.
Está. No: es. Había una sutil diferencia en eso. Una diferencia de la que Daigo se daría cuenta con el paso del tiempo, o que quizá ya había intuido. En aquellos momentos, de lejos, era el tío más fuerte, con más aguante y resistencia del maldito pozo. Eso le colocaba en una posición de ventaja… pero era una ventaja temporal.
Mordiscos gruñó, pero se replegó también a tiempo hacia la otra esquina. Daigo, después de todo, no era más veloz que ellos.
La Llorona se precipitó hacia Tres Dientes, y pronto le acompañó la Matasanos. Los ojos anegados en lágrimas de la primera preguntaron, con una sola mirada, si había salvación. La Matasanos le comprobó el pulso al anciano, y luego negó con la cabeza.
Estaba muerto.
—Mierda, joder. Fue culpa mía —farfulló la Matasanos, lejos de querer culpar a Daigo por no acabar con su presa cuando tuvo oportunidad.
—¡No! —chilló, replegándose a su zona donde la Ciega y la Faraonesa estaban—. Está demasiado fuerte para ti.
Está. No: es. Había una sutil diferencia en eso. Una diferencia de la que Daigo se daría cuenta con el paso del tiempo, o que quizá ya había intuido. En aquellos momentos, de lejos, era el tío más fuerte, con más aguante y resistencia del maldito pozo. Eso le colocaba en una posición de ventaja… pero era una ventaja temporal.
Mordiscos gruñó, pero se replegó también a tiempo hacia la otra esquina. Daigo, después de todo, no era más veloz que ellos.
La Llorona se precipitó hacia Tres Dientes, y pronto le acompañó la Matasanos. Los ojos anegados en lágrimas de la primera preguntaron, con una sola mirada, si había salvación. La Matasanos le comprobó el pulso al anciano, y luego negó con la cabeza.
Estaba muerto.
—Mierda, joder. Fue culpa mía —farfulló la Matasanos, lejos de querer culpar a Daigo por no acabar con su presa cuando tuvo oportunidad.