7/02/2016, 11:41
(Última modificación: 7/02/2016, 11:44 por Umikiba Kaido.)
—¿Quién eres?— preguntó Datsue, con cierto reclamo cabalgando sus palabras. Y kaido le secundó de igual forma, aunque lo suyo iría con un pequeño improperio de agregado para darle más sazón al asunto.
—Sí, sí; ¿quién cojones ere tú, viejo decrépito?
El hombre sonrió con armonía, tomándose muy bien la querencia de los dos jóvenes shinobi. Tambaleó un par de veces sobre la seta gigante hasta que consiguió encontrar el apoyo suficiente como para bajar de allí sin lastimar sus articulaciones más de lo debido y tocar finalmente el suelo. Se recompuso en un dos por tres y se vio dispuesto a dar un par de pasos a fin de acortar la distancia entre él y sus interlocutores, aunque desechó la idea cuando se percató que Kaido apretó el puño derecho y puso su cuerpo en inminente guardia.
—Mi nombre es Tenrai y no tenéis por que temer. Soy un simple ciudadano que ronda las cercanías de este bosque para advertir a jóvenes curiosos como vosotros de los peligros que aquí se esconden. Y ni hablar de lo que pueda haber más allá de ese cartel, yo sólo hablo del Bosque de Azur.
Kaido frunció el ceño, confundido. ¿Que esperanzas había entonces si ya de por sí, antes de cruzar hacia la zona prohibida, existía algo de peligro?... tuvo que mirar a su compañero, como queriéndole decir: de la que nos hemos salvado, compañero.
»Usualmente hay guardias protegiendo esta entrada, pero de algo importante han de haber tenido que ocuparse si ambos dejaron su puesto.
Pero a Kaido le importaba poco la palabrería del hombre. La desconfianza era palpable, lo que hacia de su actitud algo mucho más agrio y difícil de digerir. Directo, sagaz, sin pelos en la lengua. Una daga de doble filo, dependiendo de a quién se la mostrara.
—Lo de simple ciudadano no me lo creo. Por algo tienes una bandana colgando en el cinturón, aunque me da la impresión de que no es tuya.
—Tienes razón, no lo es.
El hombre sonrió con malicia. Kaido lo quiso hacer también, pero estaba un poco preocupado. Y eso no pasaba muy a menudo, desde luego.
«Carroñero?» —pensó. Pero Kaido no era el más diestro vislumbrando las apariencias de la gente, así que esperó a que Datsue formulara, quizás, la pregunta más apropiada para hacerse una mejor idea de lo que estaban enfrentando.
—Sí, sí; ¿quién cojones ere tú, viejo decrépito?
El hombre sonrió con armonía, tomándose muy bien la querencia de los dos jóvenes shinobi. Tambaleó un par de veces sobre la seta gigante hasta que consiguió encontrar el apoyo suficiente como para bajar de allí sin lastimar sus articulaciones más de lo debido y tocar finalmente el suelo. Se recompuso en un dos por tres y se vio dispuesto a dar un par de pasos a fin de acortar la distancia entre él y sus interlocutores, aunque desechó la idea cuando se percató que Kaido apretó el puño derecho y puso su cuerpo en inminente guardia.
—Mi nombre es Tenrai y no tenéis por que temer. Soy un simple ciudadano que ronda las cercanías de este bosque para advertir a jóvenes curiosos como vosotros de los peligros que aquí se esconden. Y ni hablar de lo que pueda haber más allá de ese cartel, yo sólo hablo del Bosque de Azur.
Kaido frunció el ceño, confundido. ¿Que esperanzas había entonces si ya de por sí, antes de cruzar hacia la zona prohibida, existía algo de peligro?... tuvo que mirar a su compañero, como queriéndole decir: de la que nos hemos salvado, compañero.
»Usualmente hay guardias protegiendo esta entrada, pero de algo importante han de haber tenido que ocuparse si ambos dejaron su puesto.
Pero a Kaido le importaba poco la palabrería del hombre. La desconfianza era palpable, lo que hacia de su actitud algo mucho más agrio y difícil de digerir. Directo, sagaz, sin pelos en la lengua. Una daga de doble filo, dependiendo de a quién se la mostrara.
—Lo de simple ciudadano no me lo creo. Por algo tienes una bandana colgando en el cinturón, aunque me da la impresión de que no es tuya.
—Tienes razón, no lo es.
El hombre sonrió con malicia. Kaido lo quiso hacer también, pero estaba un poco preocupado. Y eso no pasaba muy a menudo, desde luego.
«Carroñero?» —pensó. Pero Kaido no era el más diestro vislumbrando las apariencias de la gente, así que esperó a que Datsue formulara, quizás, la pregunta más apropiada para hacerse una mejor idea de lo que estaban enfrentando.