7/02/2016, 15:03
Pese a que Datsue sonreía con suficiencia, la kunoichi no era capaz de seguirle el juego. No en ese momento, y, definitivamente, no en aquel terreno. Ella era consciente de que su actitud la estaba delatando por completo. Un chico tan avispado como Datsue ya se habría dado cuenta. Pero, ¿qué podía hacer? Las palabras del Uchiha habían arrojado sal sobre heridas tan antiguas y profundas que quizá nunca llegaran a cicatrizar. Hida, Shibōkuma, Katame, Akira, Sorato... Shishio.
Un sonido la sobresaltó. Parecía lejano, pero extrañamente perceptible a pesar de ello. Kunie se quedó en vilo unos instantes, desconcertada, con la mirada perdida en el infinito. Reconocía aquel sonido. Poco a poco fue haciéndose más audible y estruendoso, hasta que las risas de media docena de hombres resonaron en su cabeza tan fuertes como el atronar de un cañón. Eran ellos, los dueños de aquellos nombres y muchos otros, los que reían a carcajadas en su cabeza. Reconocía sus risotadas como si las hubiera estado escuchando desde el primer día de su vida. Apretó más los puños, ajena al mundo real que en aquel momento no importaba para ella.
- ¿Qué es lo que quiero?
La pregunta había salido de sus labios, pero ella juraría no haberla formulado. No, aquellas palabras habían escapado como pájaros enjaulados que por fin ven una oportunidad. En su huída, la devolvieron a la realidad.
Kunie alzó la vista, clavando sus ojos ambarinos en la figura del Uchiha. ¿Qué es lo que quiero?. Era una pregunta condenadamente buena. Demasiado buena como para que la respuesta fuese suya.
- Quiero ver a alguien. - contestó con tono ausente.- Un viejo amigo. Y durante el camino no hablaremos de mí. ¿Hay trato?
La kunoichi notó una sensación cálida y pegajosa en las manos. Aflojó los puños y sintió el tacto inconfundible de la sangre.
Un sonido la sobresaltó. Parecía lejano, pero extrañamente perceptible a pesar de ello. Kunie se quedó en vilo unos instantes, desconcertada, con la mirada perdida en el infinito. Reconocía aquel sonido. Poco a poco fue haciéndose más audible y estruendoso, hasta que las risas de media docena de hombres resonaron en su cabeza tan fuertes como el atronar de un cañón. Eran ellos, los dueños de aquellos nombres y muchos otros, los que reían a carcajadas en su cabeza. Reconocía sus risotadas como si las hubiera estado escuchando desde el primer día de su vida. Apretó más los puños, ajena al mundo real que en aquel momento no importaba para ella.
- ¿Qué es lo que quiero?
La pregunta había salido de sus labios, pero ella juraría no haberla formulado. No, aquellas palabras habían escapado como pájaros enjaulados que por fin ven una oportunidad. En su huída, la devolvieron a la realidad.
Kunie alzó la vista, clavando sus ojos ambarinos en la figura del Uchiha. ¿Qué es lo que quiero?. Era una pregunta condenadamente buena. Demasiado buena como para que la respuesta fuese suya.
- Quiero ver a alguien. - contestó con tono ausente.- Un viejo amigo. Y durante el camino no hablaremos de mí. ¿Hay trato?
La kunoichi notó una sensación cálida y pegajosa en las manos. Aflojó los puños y sintió el tacto inconfundible de la sangre.