7/02/2016, 20:03
Kunie se quedó un rato mirando la mano que el Uchiha le tendía, absorta. No pensaba en el trato, ni en Datsue, ni en el gran golpe que él quería llevar a cabo. Todavía pensaba en los nombres. Aquellos nombres que no eran sólo nombres. Hida, Shibōkuma, Katame, Akira, Sorato...
Alargó el brazo derecho hacia la mano tendida de Datsue. Sintió el toque de su piel, cálido pero duro como la piedra. Él notaría el calor viscoso de la sangre que Kunie se había hecho de tanto apretar los puños.
Shishio.
Todo su cuerpo se estremeció. Kunie parpadeó varias veces, como si acabara de despertar de un profundo sueño. Miró de arriba a abajo al chico que tenía ante él, y se sintió estúpida por haber confiado tan a la ligera en alguien de quien sabía tan poco. No parece mal chico. Justo después frunció los labios, reprimiéndose con severidad. El mundo estaba lleno de gente que no parecía mala, y eso no las hacía mejores.
De repente notó una ráfaga de aire gélido que se le metía por los pliegues de la ropa y le helaba hasta los huesos. Perdida en sus recuerdos, casi se había olvidado del frío que hacía en aquella calle. Se frotó los brazos, tratando de volver a dibujar en su rostro aquella sonrisa que le servía tan bien.
- Creo que es hora de que me vaya. Mi maestro estará preocupado, lleva sin saber de mí desde esta tarde. - mintió, pues sabía que Kishō nunca la perdía totalmente de vista.- ¿Cuándo tienes pensado salir hacia... ese sitio?
Alargó el brazo derecho hacia la mano tendida de Datsue. Sintió el toque de su piel, cálido pero duro como la piedra. Él notaría el calor viscoso de la sangre que Kunie se había hecho de tanto apretar los puños.
Shishio.
Todo su cuerpo se estremeció. Kunie parpadeó varias veces, como si acabara de despertar de un profundo sueño. Miró de arriba a abajo al chico que tenía ante él, y se sintió estúpida por haber confiado tan a la ligera en alguien de quien sabía tan poco. No parece mal chico. Justo después frunció los labios, reprimiéndose con severidad. El mundo estaba lleno de gente que no parecía mala, y eso no las hacía mejores.
De repente notó una ráfaga de aire gélido que se le metía por los pliegues de la ropa y le helaba hasta los huesos. Perdida en sus recuerdos, casi se había olvidado del frío que hacía en aquella calle. Se frotó los brazos, tratando de volver a dibujar en su rostro aquella sonrisa que le servía tan bien.
- Creo que es hora de que me vaya. Mi maestro estará preocupado, lleva sin saber de mí desde esta tarde. - mintió, pues sabía que Kishō nunca la perdía totalmente de vista.- ¿Cuándo tienes pensado salir hacia... ese sitio?