26/04/2022, 21:14
No había palabras para describir lo que sentía la mujer en ese momento. No sabía ni qué pensar, el ego de las kunoichi no conocía limites. Pensaban que la ciudad era suya y se creían en derecho de acechar y perseguir a cualquiera. No tenían vergüenza ninguna. Suspiró y sencillamente empezó a andar hacia la rampa que bajaba al rio, o en este caso, subía a Yachi, el pueblo.
Durante el camino, volverían a ver todo aquello que habían dejado detrás. Las mismas ruinas, el mismo rio y las mismas piedras. Si ninguna de las dos kunoichi decía nada, ella no volvería a abrir la boca.
Durante el camino, volverían a ver todo aquello que habían dejado detrás. Las mismas ruinas, el mismo rio y las mismas piedras. Si ninguna de las dos kunoichi decía nada, ella no volvería a abrir la boca.