27/04/2022, 18:45
La muchacha camina como si no estuvierais, no la veis girarse hacia ninguna de vosotras ni decir absolutamente nada. Saluda de vez en cuando a gente de Yachi, parece que la tienen en algo de estima, sin embargo, nadie se atreve a acercarse viendo la escolta que lleva. Aún así, ella saluda sonriente, de nuevo, como si no estuvierais.
Unos minutos después de haber llegado a Yachi, el pueblo, os encontrais ante lo que parece una taberna, o más bien, una posada. Sea lo que sea, hay gente dentro haciendo bastante ruido. En la puerta, hay un hombre de piel oscura, brillante calva, de casi el doble de altura que Kimi y puede que con más musculos que ambas kunoichis juntas. Cuando la chica se acercó, él también lo hizo, encontrandose a un par de metros de la entrada.
— ¿Está el jefe? — preguntó ella antes de que el hombre pudiese intervenir.
— Ha salido. ¿Las kunoichis? — gesticuló a Kimi y Jun con la cabeza, con los brazos cruzados.
— Ah, sí. — se giró, las miró y les sonrió. — No las conozco.
Y sin decir nada más, pasó adentro. Si las chicas intentaban seguirla, el hombre se interpondría.
— Me temo que no puedo dejaros pasar, se trata de un club privado.
El guardia llevaba un chaleco negro de botones y unos pantalones a rayas acabados en unas sandalias parecidas a las shinobi pero con un segundo agarre más alto en la pierna. Además de eso, llevaba dos espadas, una a cada lado de la cadera, en su correspondiente vaina. Una vaina era dorada y la otra plateada.
Unos minutos después de haber llegado a Yachi, el pueblo, os encontrais ante lo que parece una taberna, o más bien, una posada. Sea lo que sea, hay gente dentro haciendo bastante ruido. En la puerta, hay un hombre de piel oscura, brillante calva, de casi el doble de altura que Kimi y puede que con más musculos que ambas kunoichis juntas. Cuando la chica se acercó, él también lo hizo, encontrandose a un par de metros de la entrada.
— ¿Está el jefe? — preguntó ella antes de que el hombre pudiese intervenir.
— Ha salido. ¿Las kunoichis? — gesticuló a Kimi y Jun con la cabeza, con los brazos cruzados.
— Ah, sí. — se giró, las miró y les sonrió. — No las conozco.
Y sin decir nada más, pasó adentro. Si las chicas intentaban seguirla, el hombre se interpondría.
— Me temo que no puedo dejaros pasar, se trata de un club privado.
El guardia llevaba un chaleco negro de botones y unos pantalones a rayas acabados en unas sandalias parecidas a las shinobi pero con un segundo agarre más alto en la pierna. Además de eso, llevaba dos espadas, una a cada lado de la cadera, en su correspondiente vaina. Una vaina era dorada y la otra plateada.