8/02/2016, 23:56
—Te preocupas demasiado —argumentó Datsue, con un aspaviento que pretendía alejar la importancia del asunto. Ayame no pudo evitar torcer el gesto, con cierta desaprobación—. ¿Qué la puerta no está abierta? Pues la abrimos. Y no creo que haya guardias vigilando un establo. ¡Menudo gasto!
«Y ya está. Tan fácil como eso.» Pensó Ayame, con sorna.
—Espérame aquí —añadió entonces el mercader; y, antes de que se le ocurriera siquiera una manera de protestar ante su imprudencia, desapareció de su alcance.
—Esto no va a acabar bien... —murmuró por lo bajo, con los ojos clavados en el shinobi. Ahora que lo pensaba, ¿de qué aldea era? No había visto siquiera su bandana, tan sólo le había visto realizar una técnica de ninjutsu...
El hombre de largas trenzas y barba frondosa en el que se había transformado Datsue se acercó al edificio con total despreocupación. Sin esperar un sólo instante, se plantó frente al establo, miró a su alrededor como si se estuviese asegurando de que no había nadie más y entonces trató de abrir la puerta corredera. Pero, tal y como había pronosticado Ayame, aquella no se movió ni un centímetro.
La muchacha suspiró con una sonrisa de profundo orgullo. No dijo nada, no quería herir el orgullo de Datsue, pero se vio obligada a mantenerse en el sitio pese a que se moría de ganas de acercarse para ayudar. Sus ojos treparon por la puerta en el momento en el que el chico se encaramó a ella. Las rejas que cubrían la parte superior no serían ningún tipo de impedimento para alguien como ella, podría introducirse en el establo sin siquiera pestañear; y, una vez dentro, abrir la puerta si es que había una llave.
¿Pero y si no la había?
—Yo podría ayudarte, si lo quisieras —dijo, sin embargo, en un tono de voz lo suficientemente bajo para que Datsue la escuchara. Después de todo, ella podría entrar y salir de aquella jaula libremente.
Sin embargo, estaba siendo ajena a que alguien había abierto la puerta de la posada...