30/04/2022, 15:41
Nadie se atrevió a molestarlo.
Entonces Daigo se dio cuenta de lo que había conseguido. Le temían. Ahora le temían aunque él nunca lo había buscado. Joder. ¿En qué se había convertido? No quería ni pensar en ello y le daba miedo pensar en lo que pudiera pasar si el grupo de la Hambrienta tomaba represalias. No por lo que su grupo pudiera hacer, sino por lo que él pudiese llegar a hacer si eso sucedía. Por suerte, no hubieron más problemas por el momento y pudieron descansar.
Al rodear a la Llorona con su brazo para darle calor y protegerla, Daigo empezó a sentirse un poco mejor, pues pudo recordarse a sí mismo entonces que todavía había gente a la que proteger allí dentro y que hacía esto por ellos, aunque acababa de conocerlos.
Finalmente se quedó dormido durante unas horas, hasta que chillidos lo despertó gritando y abrazó a la Llorona un poco más fuerte para calmarla. Luego volvió a dormirse hasta que finalmente llegó la hora.
Pudo escuchar al guardia avisar de su llegada mientras se burlaba de ellos. Ya le habían explicado lo tenso que iba a ser este momento, pues todos querrían agua y fácilmente podría ocurrir una pelea.
Daigo, por su parte, se quedó un paso por detrás de todo el mundo mientras se quitaba el chaleco para atrapar el agua. No pretendía beber nada aquel día. Se encontraba bien y el resto realmente lo necesitaba. No sería justo malgastar recursos en él todavía.
Escuchó una cremallera bajarse.
«¡Hijo de puta!»
Sin pensarlo, abrió su chaleco justo encima de la Llorona para atrapar toda la lluvia dorada que podría caer sobre ella, agachando la cabeza para intentar que no le cayese nada a él mismo en la cara.
No entendía por qué cojones aquel guardia había hecho eso, pues cada vez que alguien le había hecho mal o lo había herido podía encontrarles una excusa. Quizás porque sus convicciones no le permitían hacer las cosas de otra forma, como Zaide, o por supervivencia, como la Hambrienta; pero ese hijo de puta solo quería burlarse de ellos. Por primera vez, Daigo estaba seguro de que odiaba a una persona, y aquel hombre era el feliz afortunado de ser el primero.
Por suerte, aquel encuentro no fue del todo en vano. Al menos ver a aquel hombre le había dado algo de información que no desaprovecharía.
Entonces Daigo se dio cuenta de lo que había conseguido. Le temían. Ahora le temían aunque él nunca lo había buscado. Joder. ¿En qué se había convertido? No quería ni pensar en ello y le daba miedo pensar en lo que pudiera pasar si el grupo de la Hambrienta tomaba represalias. No por lo que su grupo pudiera hacer, sino por lo que él pudiese llegar a hacer si eso sucedía. Por suerte, no hubieron más problemas por el momento y pudieron descansar.
Al rodear a la Llorona con su brazo para darle calor y protegerla, Daigo empezó a sentirse un poco mejor, pues pudo recordarse a sí mismo entonces que todavía había gente a la que proteger allí dentro y que hacía esto por ellos, aunque acababa de conocerlos.
Finalmente se quedó dormido durante unas horas, hasta que chillidos lo despertó gritando y abrazó a la Llorona un poco más fuerte para calmarla. Luego volvió a dormirse hasta que finalmente llegó la hora.
Pudo escuchar al guardia avisar de su llegada mientras se burlaba de ellos. Ya le habían explicado lo tenso que iba a ser este momento, pues todos querrían agua y fácilmente podría ocurrir una pelea.
Daigo, por su parte, se quedó un paso por detrás de todo el mundo mientras se quitaba el chaleco para atrapar el agua. No pretendía beber nada aquel día. Se encontraba bien y el resto realmente lo necesitaba. No sería justo malgastar recursos en él todavía.
Escuchó una cremallera bajarse.
«¡Hijo de puta!»
Sin pensarlo, abrió su chaleco justo encima de la Llorona para atrapar toda la lluvia dorada que podría caer sobre ella, agachando la cabeza para intentar que no le cayese nada a él mismo en la cara.
No entendía por qué cojones aquel guardia había hecho eso, pues cada vez que alguien le había hecho mal o lo había herido podía encontrarles una excusa. Quizás porque sus convicciones no le permitían hacer las cosas de otra forma, como Zaide, o por supervivencia, como la Hambrienta; pero ese hijo de puta solo quería burlarse de ellos. Por primera vez, Daigo estaba seguro de que odiaba a una persona, y aquel hombre era el feliz afortunado de ser el primero.
Por suerte, aquel encuentro no fue del todo en vano. Al menos ver a aquel hombre le había dado algo de información que no desaprovecharía.
![[Imagen: IMG-20210515-202948-586.png]](https://i.ibb.co/fqtcMG8/IMG-20210515-202948-586.png)
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.