9/02/2016, 16:11
—Pensé que no tenía que decirlo directamente para que te dieses cuenta, Ayame. Está muerto. Murió hace mucho —respondió, y a Ayame se le cayó el alma a los pies.
Su tono de voz había sido directo y cortante como el filo de una katana. No tardó en comprender que había metido la pata hasta el fondo.
—Yo... lo siento mucho... —abochornada, Ayame hundió la mirada en el suelo mientras seguía los pasos de su compañero. Debería haberse dado cuenta desde el momento en el que percibió que le costaba hablar de él aquella vez en el Torreón de la Academia. ¿Por qué si no estaban siempre Daruu y Kiroe solos en casa? ¡Era una estúpida!
«Debería haberle preguntado a papá primero, maldita sea...» Se mordió el labio inferior, con angustia contenida.
Lo siento —la súbita disculpa de Daruu la sobresaltó—. No me gusta hablar mucho sobre el tema. Acepté su muerte hace años, pero recordar que sucedió no me hace ningún bien.
—¡No, no! —había alzado las manos bruscamente, compasiva—. Lo entiendo, soy yo la que debe disculparse. No he tenido tacto.
Por suerte, y pese a la tensión del momento, era todo un alivio comprobar que Daruu no parecía enfadado con ella. Y, antes de que se formara un nuevo silencio incómodo entre los dos, volvió a intervenir.
—¿No te hace ilusión participar en un evento de este calibre?
Ayame no pudo evitar torcer el gesto.
—Bueno... ahora teng... —se interrumpió bruscamente, y sacudió la cabeza en un gesto casi cansado—. Tengo... tengo demasiadas cosas en mente. Creo que es demasiada presión para unos genin recién graduados como nosotros. Y si no era ya suficiente presión el actuar delante de tanta gente proveniente de los do... tres países shinobi, ahora está el tema de la apuesta entre nuestros padres —se rio, nerviosa.
«Kusagakure no participará... Es Takigakure quien la sustituye ahora. Me pregunto si habría existido el torneo de no haber... de no haber...» Tragó saliva, y volvió a agachar la mirada.
Era demasiada presión la que llevaba sobre los hombros.
Su tono de voz había sido directo y cortante como el filo de una katana. No tardó en comprender que había metido la pata hasta el fondo.
—Yo... lo siento mucho... —abochornada, Ayame hundió la mirada en el suelo mientras seguía los pasos de su compañero. Debería haberse dado cuenta desde el momento en el que percibió que le costaba hablar de él aquella vez en el Torreón de la Academia. ¿Por qué si no estaban siempre Daruu y Kiroe solos en casa? ¡Era una estúpida!
«Debería haberle preguntado a papá primero, maldita sea...» Se mordió el labio inferior, con angustia contenida.
Lo siento —la súbita disculpa de Daruu la sobresaltó—. No me gusta hablar mucho sobre el tema. Acepté su muerte hace años, pero recordar que sucedió no me hace ningún bien.
—¡No, no! —había alzado las manos bruscamente, compasiva—. Lo entiendo, soy yo la que debe disculparse. No he tenido tacto.
Por suerte, y pese a la tensión del momento, era todo un alivio comprobar que Daruu no parecía enfadado con ella. Y, antes de que se formara un nuevo silencio incómodo entre los dos, volvió a intervenir.
—¿No te hace ilusión participar en un evento de este calibre?
Ayame no pudo evitar torcer el gesto.
—Bueno... ahora teng... —se interrumpió bruscamente, y sacudió la cabeza en un gesto casi cansado—. Tengo... tengo demasiadas cosas en mente. Creo que es demasiada presión para unos genin recién graduados como nosotros. Y si no era ya suficiente presión el actuar delante de tanta gente proveniente de los do... tres países shinobi, ahora está el tema de la apuesta entre nuestros padres —se rio, nerviosa.
«Kusagakure no participará... Es Takigakure quien la sustituye ahora. Me pregunto si habría existido el torneo de no haber... de no haber...» Tragó saliva, y volvió a agachar la mirada.
Era demasiada presión la que llevaba sobre los hombros.