8/05/2022, 23:51
Desde donde estaban era prácticamente imposible saber lo que estaba sucediendo enfrente. Las técnicas volaban de un lado a otro del campo de batalla y los gritos inundaron los Arrozales del Silencio sin que nadie excepto los que estaban peleando pudiesen saber bien a quién pertenecían; y seguramente ellos tampoco podían estar seguros.
Durante la hora en la que estuvieron allí, Toshio pudo ver muchos heridos siendo transportados. Era esa clase de cosas que preferirías no ver, pero a las que simplemente no podías apartarles la mirada, pues le hacía sentir de varias formas distintas. De alguna manera se sentía aliviado de estar donde estaba y no ser la persona a la que estaban trayendo en camilla. También se alegraba de que ninguna de aquellas personas fuese un amigo cercano suyo, pero no podía evitar preguntarse si hubiese podido cambiar algo de haber estado allí.
Probablemente hubiese muerto, pero aún así no podía quitarse aquel pensamiento de la mente ni despegarse de su sentido de supervivencia lo suficiente como para proponer avanzar por su cuenta.
«Maldita sea, dejad de morir o dejadme avanzar ¡pero no puedo aguantar más así!»
Estaba desesperado, completamente desesperado porque todo terminase. Tanto que junto al miedo empezaba a sentir la voluntad de terminar él con aquello. Aún así no tuvo que esperar mucho más antes de escuchar que el escuadrón de Ranko había hecho huir al comandante enemigo.
— ¡Eso es! —Exclamó, escuchando las órdenes de su jefe—. ¡A la orden, capitán!
Desenvainó su Uchigatana y miró a Jun de reojo, antes de echar a correr tan rápido como podía.
— ¡Vamos, Jun!
Durante la hora en la que estuvieron allí, Toshio pudo ver muchos heridos siendo transportados. Era esa clase de cosas que preferirías no ver, pero a las que simplemente no podías apartarles la mirada, pues le hacía sentir de varias formas distintas. De alguna manera se sentía aliviado de estar donde estaba y no ser la persona a la que estaban trayendo en camilla. También se alegraba de que ninguna de aquellas personas fuese un amigo cercano suyo, pero no podía evitar preguntarse si hubiese podido cambiar algo de haber estado allí.
Probablemente hubiese muerto, pero aún así no podía quitarse aquel pensamiento de la mente ni despegarse de su sentido de supervivencia lo suficiente como para proponer avanzar por su cuenta.
«Maldita sea, dejad de morir o dejadme avanzar ¡pero no puedo aguantar más así!»
Estaba desesperado, completamente desesperado porque todo terminase. Tanto que junto al miedo empezaba a sentir la voluntad de terminar él con aquello. Aún así no tuvo que esperar mucho más antes de escuchar que el escuadrón de Ranko había hecho huir al comandante enemigo.
— ¡Eso es! —Exclamó, escuchando las órdenes de su jefe—. ¡A la orden, capitán!
Desenvainó su Uchigatana y miró a Jun de reojo, antes de echar a correr tan rápido como podía.
— ¡Vamos, Jun!