12/05/2022, 07:50
Komachi asintió con suma levedad, como si Lyndis acabara de pasar una sutil prueba.
—Ya veo, ya veo, Lyndis-chan. Pensaba que tal vez podrías darnos una muestra, pero... Creo que esta noche es para pasarlas tranquilos.
Una de las puertas se deslizó y una chica alta apareció en el umbral. Vestía un elegantísimo y largo kimono negro, con detalles floridos y coloridos en la parte inferior y en las mangas. Su cabello castaño, largo y rizado, estaba agarrado en la parte superior con agujas rosas, aunque la mayoría caía a su espalda, esponjado como una preciosa nube. Su rostro, de piel morena, portaba maquillaje discreto, algo poco común en la joven, pero que le quedaba bastante bien.
—L-Lyn-chan... —suspiró Ranko, sonriendo tímidamente mientras se sonrojaba. Lyndis podría notar cómo su novia le recorría de arriba a abajo, mas a diferencia de su madre, lo hacía con cariño y emoción, y no con aras de análisis.
La mujer sonrió muy ampliamente.
—Hela aquí: la princesa conejo.
—¡M-madre! —le respondió Ranko, mucho más sonronada y apenada.
—Oh, lo siento, lo siento. —Komachi soltó una risita.
Ranko bajaría la mirada rápidamente, mas la alzaría de nuevo con lentitud hacia la peliplateada. Y sonreiría de nuevo.
—Ya veo, ya veo, Lyndis-chan. Pensaba que tal vez podrías darnos una muestra, pero... Creo que esta noche es para pasarlas tranquilos.
Una de las puertas se deslizó y una chica alta apareció en el umbral. Vestía un elegantísimo y largo kimono negro, con detalles floridos y coloridos en la parte inferior y en las mangas. Su cabello castaño, largo y rizado, estaba agarrado en la parte superior con agujas rosas, aunque la mayoría caía a su espalda, esponjado como una preciosa nube. Su rostro, de piel morena, portaba maquillaje discreto, algo poco común en la joven, pero que le quedaba bastante bien.
—L-Lyn-chan... —suspiró Ranko, sonriendo tímidamente mientras se sonrojaba. Lyndis podría notar cómo su novia le recorría de arriba a abajo, mas a diferencia de su madre, lo hacía con cariño y emoción, y no con aras de análisis.
La mujer sonrió muy ampliamente.
—Hela aquí: la princesa conejo.
—¡M-madre! —le respondió Ranko, mucho más sonronada y apenada.
—Oh, lo siento, lo siento. —Komachi soltó una risita.
Ranko bajaría la mirada rápidamente, mas la alzaría de nuevo con lentitud hacia la peliplateada. Y sonreiría de nuevo.
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