18/05/2022, 13:48
El incómodo silencio ahogó la estancia, y por suerte una sirvienta salvó la situación avisando sobre la comida. Claramente, Komachi evadió tanto una explicación como el mantener ese ambiente.
— Oh, si, me gusta mucho la carne, la verdad — respondió sin segundas, con total sinceridad, con los ojos abiertos, ligeramente y sonriente.
Ranko se adelantó con la sirvienta, y poco después Lyndis se levantaría para seguirlas, pero la madre de Ranko la detuvo por un momento cuando ambas prácticamente recién habían abandonado la estancia tomándola de un hombro.
—No vuelvas a llamarle así a mi hija en mi presencia. — respondió con firmenza y poderío.
Lyndis alzó ligeramente la cabeza, mirándola de reojo. ¿Quería intimidarla? ¿No había pasado a lo mejor su prueba? ¿Tal vez era por venir de una familia humilde? A la mayoría de los ricachones se les subía a la cabeza su estatus social y trataba al resto como despojos desechables. ¿Y si además supiera que ni siquiera era humana del todo? ¿Cómo respondería a Komachi ante ese secreto? Sacó pecho, coraje, y su descaro natural.
— Comprendo, ¿pero tu hija puede seguir llamándome mami? — arqueó una ceja, a la vez que el lateral de su boca con picardía, para continuar hacia delante fuera cual fuera su respuesta.
Finalmente, alcanzaría el gran y lujoso comedor, en el cual tanto una gran variedad de colores sobre la comida como de olores provenientes de esta adornaban la mesa junto a los conjuntos florales que había sobre la mesa. Una sirvienta estaba a la espera de que alguien tomara la silla que mantenía sujeta con sus dos manos en la parte superior de su respaldo, la cual estaba frente a Ranko. Caminaría hasta esta, y tomaría asiento agradeciendo posteriormente a la sirvienta, tanto con unas pocas palabras como arqueando su cabeza hacia delante ligeramente.
— Oh, si, me gusta mucho la carne, la verdad — respondió sin segundas, con total sinceridad, con los ojos abiertos, ligeramente y sonriente.
Ranko se adelantó con la sirvienta, y poco después Lyndis se levantaría para seguirlas, pero la madre de Ranko la detuvo por un momento cuando ambas prácticamente recién habían abandonado la estancia tomándola de un hombro.
—No vuelvas a llamarle así a mi hija en mi presencia. — respondió con firmenza y poderío.
Lyndis alzó ligeramente la cabeza, mirándola de reojo. ¿Quería intimidarla? ¿No había pasado a lo mejor su prueba? ¿Tal vez era por venir de una familia humilde? A la mayoría de los ricachones se les subía a la cabeza su estatus social y trataba al resto como despojos desechables. ¿Y si además supiera que ni siquiera era humana del todo? ¿Cómo respondería a Komachi ante ese secreto? Sacó pecho, coraje, y su descaro natural.
— Comprendo, ¿pero tu hija puede seguir llamándome mami? — arqueó una ceja, a la vez que el lateral de su boca con picardía, para continuar hacia delante fuera cual fuera su respuesta.
Finalmente, alcanzaría el gran y lujoso comedor, en el cual tanto una gran variedad de colores sobre la comida como de olores provenientes de esta adornaban la mesa junto a los conjuntos florales que había sobre la mesa. Una sirvienta estaba a la espera de que alguien tomara la silla que mantenía sujeta con sus dos manos en la parte superior de su respaldo, la cual estaba frente a Ranko. Caminaría hasta esta, y tomaría asiento agradeciendo posteriormente a la sirvienta, tanto con unas pocas palabras como arqueando su cabeza hacia delante ligeramente.
¡Gracias a Ranko por el avatar!