20/05/2022, 00:49
—¿Disculpa? —dijo la chica bajita pelirroja cuando Lyndis se sentó —. ¿Holaaa? ¿Vienes a sentarte sin presentarte?
—Pero Kuumi, si ya sabes que es Lyndis, la novia de Onee-sama. —le dijo Meme, calmada, con su típica sonrisa burlona. Kuumi resopló, molesta.
—Pero el punto es que lo haga ella, Meme. Que se presente ella. Anda, tienes que...
Pero Kuumi se calló cuando Komachi entró a la estancia. El rostro de Ranko y el de Kuumi se tornaron preocupados de repente, como si hubiese algo en la expresión calma de su madre que les proyectara más seriedad que de costumbre.
—¿M-m-madre? ¿Qué sucede?
—Oh, nada. Sólo... Pensaba. No se preocupen.
Les sonrió a todos y fue a sentarse. Sin embargo, al pasar detrás de Lyndis, le acarició el hombro con su mano y, por un instante, apretó. Lyndis pudo sentir la gran fuerza de la mujer por una fracción de segundo. Estimaría que Komachi era al menos el doble de fuerte que ella.
La mujer no dijo nada más. Tomó asiento a la izquierda de Lyndis, al lado del asiento vacío a la cabeza. Y fue entonces cuando él entró:
Un hombre de estatura media, coleta y cejas pobladas aparecería por la puerta. Su piel era más clara que la del resto de su familia, pero sus ojos tenían un tono casi exacto al de los de Ranko. Sus ropas eran incluso más finas que las de su mujer, aunque para nada extravagantes. Se detuvo un metro antes de la mesa, en el silencio de la habitación.
—Saludos. —dijo con simpleza, pero decisión, y miró a Lyndis. Kuumi le haría leves gestos con la cabeza a la peliblanca.
—Pero Kuumi, si ya sabes que es Lyndis, la novia de Onee-sama. —le dijo Meme, calmada, con su típica sonrisa burlona. Kuumi resopló, molesta.
—Pero el punto es que lo haga ella, Meme. Que se presente ella. Anda, tienes que...
Pero Kuumi se calló cuando Komachi entró a la estancia. El rostro de Ranko y el de Kuumi se tornaron preocupados de repente, como si hubiese algo en la expresión calma de su madre que les proyectara más seriedad que de costumbre.
—¿M-m-madre? ¿Qué sucede?
—Oh, nada. Sólo... Pensaba. No se preocupen.
Les sonrió a todos y fue a sentarse. Sin embargo, al pasar detrás de Lyndis, le acarició el hombro con su mano y, por un instante, apretó. Lyndis pudo sentir la gran fuerza de la mujer por una fracción de segundo. Estimaría que Komachi era al menos el doble de fuerte que ella.
La mujer no dijo nada más. Tomó asiento a la izquierda de Lyndis, al lado del asiento vacío a la cabeza. Y fue entonces cuando él entró:
Un hombre de estatura media, coleta y cejas pobladas aparecería por la puerta. Su piel era más clara que la del resto de su familia, pero sus ojos tenían un tono casi exacto al de los de Ranko. Sus ropas eran incluso más finas que las de su mujer, aunque para nada extravagantes. Se detuvo un metro antes de la mesa, en el silencio de la habitación.
—Saludos. —dijo con simpleza, pero decisión, y miró a Lyndis. Kuumi le haría leves gestos con la cabeza a la peliblanca.
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