22/05/2022, 15:36
Al parecer, el propósito de Moguko era llegar a sorprender en combate. No era frecuente que un combatiente supiese medicina ninja, o justamente al contrario, que un experto en medicina ninja fuese un buen combatiente. Tenía un gran gancho, era algo que realmente valía la pena explotar, aunque aún no tenía ni idea de cuál era su intención a largo plazo. ¿Quizás convertirse en Arashikage?.
Fuese como fuese, la limpieza seguía su curso. A cada minuto que pasaban en la sala, ésta comenzaba a tener cierta higiene, y casi podía usarse. Era obvio que aún no, pues ningún médico con dos dedos de frente usaría una sala de quirófano con el suelo enfangado. Así pues, continuaban en la tarea. La kunoichi no demoró en preguntar por la otra marioneta, preguntando si no la trajo hoy con ellos.
—Si, la traje también. —Contestó. —Pero está aún a medio terminar, hay una articulación que no termina de encajar, y acaba cayendo a cada rato. No quise sacarla, pues daría más trabajo del que evitaría.
El chico tocó el pergamino que tenía en su portaobjetos, dando una clara evidencia de dónde estaba Mimi. No era ni el primero ni el último que guardaba sus armas en uno de esos pergaminos. Al igual que Moguko, él era un visionario, y estaba también trabajando en sus técnicas de sellado para poder portar incontables marionetas.
No sabía cuál era el propósito de Moguko, pero sí que tenía claro su propio futuro. Él, Ichikawa Arata, se convertiría en el marionetista más famoso de todo Oonindo, y sus marionetas y armas serían vendidos en todo el mundo.
¿Ambicioso objetivo? Quizás.
Con unas últimas mopeadas, la sala en que se encontraban terminaría limpia de suelo. Eso sí, nuevamente los baldes quedarían llenos de fango, como la anterior vez. Antes de acabar la sala, el chico saldría de la misma, e indicaría a su compañera para que le imitase. Al acabar, terminaría cerrando la sala, como había hecho las anteriores veces.
—Y otra menos.
Pudieron abrir y ver la siguiente sala, la cuál estaba en similares condiciones a la primera. Habían trozos de metal, y sangre reseca. Aparte de esas cosas, no había mucho más.
Fuese como fuese, la limpieza seguía su curso. A cada minuto que pasaban en la sala, ésta comenzaba a tener cierta higiene, y casi podía usarse. Era obvio que aún no, pues ningún médico con dos dedos de frente usaría una sala de quirófano con el suelo enfangado. Así pues, continuaban en la tarea. La kunoichi no demoró en preguntar por la otra marioneta, preguntando si no la trajo hoy con ellos.
—Si, la traje también. —Contestó. —Pero está aún a medio terminar, hay una articulación que no termina de encajar, y acaba cayendo a cada rato. No quise sacarla, pues daría más trabajo del que evitaría.
El chico tocó el pergamino que tenía en su portaobjetos, dando una clara evidencia de dónde estaba Mimi. No era ni el primero ni el último que guardaba sus armas en uno de esos pergaminos. Al igual que Moguko, él era un visionario, y estaba también trabajando en sus técnicas de sellado para poder portar incontables marionetas.
No sabía cuál era el propósito de Moguko, pero sí que tenía claro su propio futuro. Él, Ichikawa Arata, se convertiría en el marionetista más famoso de todo Oonindo, y sus marionetas y armas serían vendidos en todo el mundo.
¿Ambicioso objetivo? Quizás.
Con unas últimas mopeadas, la sala en que se encontraban terminaría limpia de suelo. Eso sí, nuevamente los baldes quedarían llenos de fango, como la anterior vez. Antes de acabar la sala, el chico saldría de la misma, e indicaría a su compañera para que le imitase. Al acabar, terminaría cerrando la sala, como había hecho las anteriores veces.
—Y otra menos.
Pudieron abrir y ver la siguiente sala, la cuál estaba en similares condiciones a la primera. Habían trozos de metal, y sangre reseca. Aparte de esas cosas, no había mucho más.