11/02/2016, 21:48
—Yo podría ayudarte, si lo quisieras —se ofreció la kunoichi.
—¿Y cómo podrías hacer para…? —su pregunta se quedó suspendida en el aire, a medio camino de terminar.
Gracias a la intervención de Ayame, había desviado la mirada lo suficiente como para ver a una silueta oscura que salía de la posada.
¡Kuso…!
Se dejó caer al suelo con rapidez, dando un par de pasos hacia adelante como si en realidad estuviese caminando y no fisgando en la cuadra. Fue entonces cuando lo reconoció: era Okura, ataviado con un sombrero de paja cónico y una túnica que le protegía de la lluvia.
Se quedó clavado en el sitio, sin saber cómo reaccionar. Okura hizo lo mismo. Datsue incluso creyó que se había sobresaltado. No le extrañaba. Él hubiese reaccionado igual si se encontrase con alguien como su padre en una noche oscura y con tormenta como aquella.
¡Piensa algo! ¿Qué haría Haskoz si un desconocido se le quedase mirando…?
—¿Qué pasa? —preguntó, con la voz más cortante que fue capaz de entonar—. ¿Tengo monos en la cara?
Okura pareció ruborizarse, aunque con tanta lluvia era difícil de asegurar.
—Nada de eso, señor —replicó con cierta rapidez—. Disculpe si le he molestado.
Okura trató de seguir su camino, pero entonces se oyó otra voz: una segunda persona había salido de la taberna.
—Okura, ¡por los dioses! ¿No ve que va a coger un resfriado? —El hombre que hablaba era gordo, bajito y con una calvicie incipiente en la coronilla—. Ya le dije que es seguro. Nadie sin esta llave puede entrar. —Como para dar mayor peso a sus palabras, balanceó con el dedo un aro de metal, del cual colgaban varias llaves de diverso tamaño y forma.
Okura giró sobre sí mismo con pesadez, dándole la espalda a Datsue, para enfocar a su nuevo interlocutor.
—¡Eres demasiado confiado! —le recriminó—. ¡Deberías tener guardias vigilando la cuadra! Guardias no… ¡Shinobis! ¡Toda preocupación es poca contra esos malnacidos de la Ribera del Norte! —el rostro de Okura se había transformado en un amasijo de ira y rabia—. Va a venir a por ella, Koji. Me rugen las tripas. ¡Y cuando me rugen las tripas mis intuiciones siempre aciertan! ¡BIEN LO SABES!
Koji colgó el aro con las llaves en un lateral de su cinturón y enseñó las palmas de la mano, como rindiéndose.
—Puede quedarse aquí fuera vigilando toda la noche, si es lo que quiere. Pero que sepa que Kaede ya ha terminado el estofado. —Y, con esas palabras, volvió a entrar en la posada.
La expresión hasta entonces determinante y férrea de Okura se resquebrajó. Cambió el peso de una pierna a otra, dubitativo, y fue entonces cuando reparó en la presencia de Ayame. Echó la cabeza hacia atrás, como sorprendido.
—Oh… Pero si tú eres la jovencita que estaba siendo timada por el malnacido de Datsue. Espero que hayas hecho caso a mi advertencia. —Frunció el ceño—. ¿Qué haces por aquí tan sola?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado