28/05/2022, 23:46
Un oscuro cielo de entretiempo bendecía Amegakure con una lluvia especialmente cálida, una lluvia que parecía que alguien hubiese puesto el termo en el cielo. El calor era quizás un poco más elevado a lo habitual, sobretodo para éstas fechas, pero en realidad ni tan mal. Se sentía realmente bien el clima, era un alivio después de tanto frío como había hecho en éste invierno pasado.
El día anterior un mensajero habría visitado de nuevo a la familia Yamanouchi. Tenían un encargo, otra vez. De nuevo, la hija —Moguko— tenía una misión. El mensajero dejó el pergamino, donde venían las oportunas instrucciones. Ésto era algo a lo que ya se iba acostumbrando la kunoichi médico, pues el historial de misiones iba agrandando. No era su primera misión, ni sería la última al ritmo que iba. Tenía actitud, y un objetivo. Así que con esas, pensaba comerse el mundo.
El pergamino remarcaba en su lazo un carácter que calificaba su misión como de rango D. Fuera de eso, parecía un pergamino cualquiera. Hasta que lo abriese.
Y evidentemente, al abrir el pergamino, como por arte de magia un llave saldría de entre una leve nube de humo.
La armería Hirohito quedaba en el centro de la villa, en uno de los edificios más altos de la misma. Estaba a unos metros al flanco del edificio, en la planta baja,y tenía un cartel que ponía expresamente: Prohibido el paso, salvo personal autorizado. O bien la armería estaba cerrada, o algo pasaba.
Quizás ese cartel traía recuerdos a la chica. Últimamente los veía con frecuencia.
El día anterior un mensajero habría visitado de nuevo a la familia Yamanouchi. Tenían un encargo, otra vez. De nuevo, la hija —Moguko— tenía una misión. El mensajero dejó el pergamino, donde venían las oportunas instrucciones. Ésto era algo a lo que ya se iba acostumbrando la kunoichi médico, pues el historial de misiones iba agrandando. No era su primera misión, ni sería la última al ritmo que iba. Tenía actitud, y un objetivo. Así que con esas, pensaba comerse el mundo.
El pergamino remarcaba en su lazo un carácter que calificaba su misión como de rango D. Fuera de eso, parecía un pergamino cualquiera. Hasta que lo abriese.
Y evidentemente, al abrir el pergamino, como por arte de magia un llave saldría de entre una leve nube de humo.
La armería Hirohito quedaba en el centro de la villa, en uno de los edificios más altos de la misma. Estaba a unos metros al flanco del edificio, en la planta baja,y tenía un cartel que ponía expresamente: Prohibido el paso, salvo personal autorizado. O bien la armería estaba cerrada, o algo pasaba.
Quizás ese cartel traía recuerdos a la chica. Últimamente los veía con frecuencia.