3/06/2022, 22:23
La kunoichi no pareció demasiado de a acuerdo con la finalidad del trabajo del herrero. Quedó por un instante con las palabras en la boca, pero al final pareció comprender la situación. La chica misma fue quien sentenció que en un estado de guerra lo mejor, por el bien de todos, era terminarla de la manera más eficiente posible. El hombre sonrió de nuevo. Estaba muy orgulloso de su trabajo, de su destino, y de lo que había avanzado hacia su objetivo. Por otro lado, la chica se movió por la sala hasta topar con un barril, donde tomó un pequeño trozo de armadura. El kabuto tenía algunas imperfecciones, y no tenía ni sello de la familia a la que imitaba. Aún así, la pregunta de la kunoichi nada tenía que ver con ello, era más bien enfocada a su autoprotección en la guerra.
—Tú aún eres muy joven para ir a la guerra. Otros lo harán, y tu trabajo aquí hoy hará que vayan con una protección muy superior.
»Ésta es la sala de las imperfecciones, de los errores. Pero ven aquí...
El hombre caminaría hasta fuera de la sala, y abriría la sala contigua tras haber cerrado esa. En la sala de al lado se toparía con un gran tatami, la sala era enorme. La pared del frente conforme ingresaba a la sala era un enorme estante, donde muchas armaduras tomaban hueco en cada soporte. Éstas araduras eran de un metal negro, extraño, y con el logotipo de la armería Hirohito. Quizás fuesen los mejores trabajos de la familia. A sendos lados del tatami habían armas de todo tipo, colgadas en soportes de exhibición.
—En ésta sala están mis mejores obras. —Informó. —Éstas armas son capaces de seccionar cualquier otro acero. Y las armaduras son capaces de aguantar cualquier estocada. Podrían salvar muchas vidas, o arrebatarlas.
—Tú aún eres muy joven para ir a la guerra. Otros lo harán, y tu trabajo aquí hoy hará que vayan con una protección muy superior.
»Ésta es la sala de las imperfecciones, de los errores. Pero ven aquí...
El hombre caminaría hasta fuera de la sala, y abriría la sala contigua tras haber cerrado esa. En la sala de al lado se toparía con un gran tatami, la sala era enorme. La pared del frente conforme ingresaba a la sala era un enorme estante, donde muchas armaduras tomaban hueco en cada soporte. Éstas araduras eran de un metal negro, extraño, y con el logotipo de la armería Hirohito. Quizás fuesen los mejores trabajos de la familia. A sendos lados del tatami habían armas de todo tipo, colgadas en soportes de exhibición.
—En ésta sala están mis mejores obras. —Informó. —Éstas armas son capaces de seccionar cualquier otro acero. Y las armaduras son capaces de aguantar cualquier estocada. Podrían salvar muchas vidas, o arrebatarlas.