4/06/2022, 21:56
Para sorpresa de la chica, la armadura había tenido una amortiguación y una defensa muy buena. Tanto que apenas había notado la sensación de haber sido bloqueada. No pudo evitar elogiar el resultado, diciendo que le había agradado la sensación.
El chico sugirió entonces que probasen a realizar una estocada lateral, en la cuál trataría de bloquear el filo del arma. No era una tarea sencilla, y más aún cuando no empuñaba el arma él mismo. Calcular la distancia, y anteponer el báculo de metal no iba a ser sencillo. Pero le pondría su mejor esfuerzo, pues estaban ahí para aprender y probar. Fuese cual fuese el resultado, sin duda sería bueno. Así pues, la chica volvió a tomar la posición de combate, justo como antes había hecho.
Un grito de guerra alertó de nuevo de las intenciones de la kunoichi. Ésta se lanzó en una embestida de nuevo, avanzando en un paso que daba lugar a un corte lateral. Entre tanto, el marionetista reaccionó moviendo sus dedos hábilmente. El resultado no fue lejos de lo esperado. El arma de la chica chocó con el bastón de acero, y una leve llamarada metálica —Unas chispas—, surgieron del choque producido entre ambas armas.
El arma de filo retumbaría en las manos de la chica, hasta el punto de casi caerse. El impacto entre dos metales siempre era desagradable. Pero el báculo de metal no corrió la misma suerte que la daga. El bastón de acero quebró levemente, se había producido una visible rotura producida por el propio ataque. Quizás el filo había sido forjado con mucha más habilidad, o simplemente se trataba de suerte.
—Vaya... se rompió el báculo un poco. —Anunció el chico, apenado.
—No hay problema, joven. Hay muchas más armas para probar, ese báculo lo reforjaremos.
El chico dejaría a un lado el bastón, apartado. Tras ello, en vez de tomar otro arma, sacó otro pergamino. No se trataba del pergamino del que había tomado a Momo, era claramente de otro color. —Un momento, señorita Moguko. —Puso el pergamino en el suelo, y lo extendió. Pronto, sobre el pergamino salió otra marioneta tras una leve cortina de humo. Ésta marioneta era bastante más robusta, y estaba completa: Tenía también piernas. Aunque de apariencia era similar a Momo.
—Probemos la resistencia de Mimi sobre Momo. Vamos a poner a prueba el filo de ese arma con mi mejor obra.
¡TACHÁN!
Ahí estaba, Mimi. En madera y acero, pues no disponía de huesos y carne. El chico lanzaría los hilos de chakra sobre Mimi, y con ambas marionetas bajo control, procedería a usar la habilidad única de Mimi. Con un giro de muñeca, y un gesto de dedos, Mimi se despiezó y se lanzó sobre Momo. En un abrir y cerrar de ojos, ambas marionetas quedaron fusionadas en una versión mejorada de Momo, una versión que acarreaba gran parte de las piezas de su hermana.
—Muy interesante, muy interesante, joven. —Sentenció el anciano, que rápidamente tomó nota.
—Cuando quiera, señorita Moguko. Ataque.
El chico sugirió entonces que probasen a realizar una estocada lateral, en la cuál trataría de bloquear el filo del arma. No era una tarea sencilla, y más aún cuando no empuñaba el arma él mismo. Calcular la distancia, y anteponer el báculo de metal no iba a ser sencillo. Pero le pondría su mejor esfuerzo, pues estaban ahí para aprender y probar. Fuese cual fuese el resultado, sin duda sería bueno. Así pues, la chica volvió a tomar la posición de combate, justo como antes había hecho.
Un grito de guerra alertó de nuevo de las intenciones de la kunoichi. Ésta se lanzó en una embestida de nuevo, avanzando en un paso que daba lugar a un corte lateral. Entre tanto, el marionetista reaccionó moviendo sus dedos hábilmente. El resultado no fue lejos de lo esperado. El arma de la chica chocó con el bastón de acero, y una leve llamarada metálica —Unas chispas—, surgieron del choque producido entre ambas armas.
El arma de filo retumbaría en las manos de la chica, hasta el punto de casi caerse. El impacto entre dos metales siempre era desagradable. Pero el báculo de metal no corrió la misma suerte que la daga. El bastón de acero quebró levemente, se había producido una visible rotura producida por el propio ataque. Quizás el filo había sido forjado con mucha más habilidad, o simplemente se trataba de suerte.
—Vaya... se rompió el báculo un poco. —Anunció el chico, apenado.
—No hay problema, joven. Hay muchas más armas para probar, ese báculo lo reforjaremos.
El chico dejaría a un lado el bastón, apartado. Tras ello, en vez de tomar otro arma, sacó otro pergamino. No se trataba del pergamino del que había tomado a Momo, era claramente de otro color. —Un momento, señorita Moguko. —Puso el pergamino en el suelo, y lo extendió. Pronto, sobre el pergamino salió otra marioneta tras una leve cortina de humo. Ésta marioneta era bastante más robusta, y estaba completa: Tenía también piernas. Aunque de apariencia era similar a Momo.
—Probemos la resistencia de Mimi sobre Momo. Vamos a poner a prueba el filo de ese arma con mi mejor obra.
¡TACHÁN!
Ahí estaba, Mimi. En madera y acero, pues no disponía de huesos y carne. El chico lanzaría los hilos de chakra sobre Mimi, y con ambas marionetas bajo control, procedería a usar la habilidad única de Mimi. Con un giro de muñeca, y un gesto de dedos, Mimi se despiezó y se lanzó sobre Momo. En un abrir y cerrar de ojos, ambas marionetas quedaron fusionadas en una versión mejorada de Momo, una versión que acarreaba gran parte de las piezas de su hermana.
—Muy interesante, muy interesante, joven. —Sentenció el anciano, que rápidamente tomó nota.
—Cuando quiera, señorita Moguko. Ataque.