11/06/2022, 02:31
Las palabras de Lyndis tuvieron un eco distinto en las diferentes partes de la mesa. Ranko la miró, aún sonrojada a más no poder, pero con sus ojos miel brillantes, ojos de enamorada. Meme hizo amague de aplaudir, aunque no hizo ningún sonido. Kuumi sólo alzó una ceja y suspiró. Komachi sonrió con aires de satisfacción. Kizaemon frunció el entrecejo también, como si aceptara un reto por parte de la peliplateada.
—Creo que no mides el significado de lo que dices todavía, Zhaoren-san. Deberías de...
—Yo también lo haré —La interrupción de Ranko le hizo perder el aliento al padre. La castaña le miraba con decisión —. Daré mi vida si eso implica salvar a Lyndis-chan.
Meme se escandalizó, abriendo mucho los ojos, con aires evidentemente molestos. No podía concebir que su hermana mayor muriese. Era imposible.
—Ranko —Kizaemon la miró fijamente —. Solo quiero que ambas vean lo apresuradas que son sus palabras. Tú bien sabes que los Sagisō seguimos el protocolo. ¿Quién lo hará si no la familia más antigua de Kusagakure? ¿Cómo se mantendrá la línea de sangre de nuestra casa?
—¿Disculpa? —intercedió Kuumi, alzando aún más su ceja.
—Cariño. No hablemos de eso. No aquí, no ahora, por favor. —le pidió Komachi, con una voz extrañamente suave, aunque lo suficientemente convincente para apartar temas incómodos de la mesa. —. ¡Ran-chan nos ha contado que comes casi tanto como ella, Lyndis-chan! Hay postre, así que deja un espacio para el final, ¿Ok?
Komachi había cambiado de tema bruscamente, y esperaba que la peliplateada le siguiera el paso.
—Creo que no mides el significado de lo que dices todavía, Zhaoren-san. Deberías de...
—Yo también lo haré —La interrupción de Ranko le hizo perder el aliento al padre. La castaña le miraba con decisión —. Daré mi vida si eso implica salvar a Lyndis-chan.
Meme se escandalizó, abriendo mucho los ojos, con aires evidentemente molestos. No podía concebir que su hermana mayor muriese. Era imposible.
—Ranko —Kizaemon la miró fijamente —. Solo quiero que ambas vean lo apresuradas que son sus palabras. Tú bien sabes que los Sagisō seguimos el protocolo. ¿Quién lo hará si no la familia más antigua de Kusagakure? ¿Cómo se mantendrá la línea de sangre de nuestra casa?
—¿Disculpa? —intercedió Kuumi, alzando aún más su ceja.
—Cariño. No hablemos de eso. No aquí, no ahora, por favor. —le pidió Komachi, con una voz extrañamente suave, aunque lo suficientemente convincente para apartar temas incómodos de la mesa. —. ¡Ran-chan nos ha contado que comes casi tanto como ella, Lyndis-chan! Hay postre, así que deja un espacio para el final, ¿Ok?
Komachi había cambiado de tema bruscamente, y esperaba que la peliplateada le siguiera el paso.
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