12/02/2016, 14:01
(Última modificación: 12/02/2016, 14:05 por Umikiba Kaido.)
Kaido sopesó su silencio prestando atención a a su más inmediato alrededor, como evidencia de la inseguridad que le invadió repentinamente tras la aparición del hombre cuarentón. No era algo que le sucediera muy a menudo, podía contar con los dedos de una mano las ocasiones en las que la sensación de peligro se sobreponía a su confianza absoluta e inquebrantable; y por ello resultaba extraño que actuara de una forma tan prudente como lo estaba haciendo en ese momento.
No obstante, existía la posibilidad de que todo aquello fuera una tonta confusión. Podría haber una explicación para que Tenrai tuviera en sus manos una bandana que no fuera suya, aunque para ellos dos sería bastante difícil entenderlo. Porque ambos eran shinobi y comprendían la importancia de un objeto que en principio se antoja insignificante para la gran mayoría, cuando para otros representa esfuerzo, sangre y sacrificio.
Para el tiburón, sin embargo, era una forma de reivindicación hacia los suyos. Una muestra de que será capaz de cumplir cualquier objetivo que su clan le quiera imponer. Esa fría e implacable banda de metal había sido sólo el primer paso.
De todas formas había que confirmar teorías primero antes de ganarse un conflicto quizás innecesario. Y Datsue se encargó de ello, arrojando la interrogante más adecuada. Kaido apoyó a su ahora compañero de intriga con su cara azulada de pocos amigos y clavó sus propias orbes cristalinas sobre la exuberante paciencia del hombre que les acompañaba. Lucía demasiado calmado, aunque no era para menos, cuando tenía al frente a lo que él consideraba un par de críos curiosos y juiciosos, con cabeza suelta para dar rienda a la imaginación.
—¿Y qué motivo podría tener un hombre en portar una bandana que no es suya? —alegó el extranjero.
«Botín de guerra. ¡Es un mercenario que ha vendido el cuerpo de un shinobi a una morgue famosa y se ha quedado la plaquita como un puto recuerdo!»
El hombre volvió a sonreír, aunque esta vez lucía más sereno. No se mostraba tan sospechoso, como si la malicia con la que había respondido anteriormente se tratase de una simple jugarreta.
—Muchos, aunque les aseguro que no es ninguno de los que habéis podido pensar hasta ahora. Esta placa perteneció una vez a mi hijo, a él me refería cuando dije que me recordabais a alguien. Falleció hace un par de años, y desde entonces llevo la bandana como un pequeño recordatorio.
—¿Qué? —Kaido lucía decepcionado.
—Que es de mi hij...
—No mientas, vejete. O mi amigo y yo te vamos a patear el culo hasta que digas la puta verdad.
El viejo echó a reír. Entendió en ese instante que el chico-escualo no era precisamente el indicado para resolver el asunto. Teniendo ello en cuenta, se dirigió a Datsue, quien lucía más calmado y sereno en ese aspecto. Quizás más metódico, analítico. Con mejor juicio que la furia de Kaido.
Tenrai miró fijamente al Uchiha. ¿Sería él capaz de discernir si hablaba con la verdad o por el contrario, sólo se trataba de un subterfugio más?
No obstante, existía la posibilidad de que todo aquello fuera una tonta confusión. Podría haber una explicación para que Tenrai tuviera en sus manos una bandana que no fuera suya, aunque para ellos dos sería bastante difícil entenderlo. Porque ambos eran shinobi y comprendían la importancia de un objeto que en principio se antoja insignificante para la gran mayoría, cuando para otros representa esfuerzo, sangre y sacrificio.
Para el tiburón, sin embargo, era una forma de reivindicación hacia los suyos. Una muestra de que será capaz de cumplir cualquier objetivo que su clan le quiera imponer. Esa fría e implacable banda de metal había sido sólo el primer paso.
De todas formas había que confirmar teorías primero antes de ganarse un conflicto quizás innecesario. Y Datsue se encargó de ello, arrojando la interrogante más adecuada. Kaido apoyó a su ahora compañero de intriga con su cara azulada de pocos amigos y clavó sus propias orbes cristalinas sobre la exuberante paciencia del hombre que les acompañaba. Lucía demasiado calmado, aunque no era para menos, cuando tenía al frente a lo que él consideraba un par de críos curiosos y juiciosos, con cabeza suelta para dar rienda a la imaginación.
—¿Y qué motivo podría tener un hombre en portar una bandana que no es suya? —alegó el extranjero.
«Botín de guerra. ¡Es un mercenario que ha vendido el cuerpo de un shinobi a una morgue famosa y se ha quedado la plaquita como un puto recuerdo!»
El hombre volvió a sonreír, aunque esta vez lucía más sereno. No se mostraba tan sospechoso, como si la malicia con la que había respondido anteriormente se tratase de una simple jugarreta.
—Muchos, aunque les aseguro que no es ninguno de los que habéis podido pensar hasta ahora. Esta placa perteneció una vez a mi hijo, a él me refería cuando dije que me recordabais a alguien. Falleció hace un par de años, y desde entonces llevo la bandana como un pequeño recordatorio.
—¿Qué? —Kaido lucía decepcionado.
—Que es de mi hij...
—No mientas, vejete. O mi amigo y yo te vamos a patear el culo hasta que digas la puta verdad.
El viejo echó a reír. Entendió en ese instante que el chico-escualo no era precisamente el indicado para resolver el asunto. Teniendo ello en cuenta, se dirigió a Datsue, quien lucía más calmado y sereno en ese aspecto. Quizás más metódico, analítico. Con mejor juicio que la furia de Kaido.
Tenrai miró fijamente al Uchiha. ¿Sería él capaz de discernir si hablaba con la verdad o por el contrario, sólo se trataba de un subterfugio más?