17/06/2022, 19:21
(Última modificación: 20/06/2022, 11:58 por Zhaoren Lyndis. Editado 1 vez en total.)
La historia de Hana parecía más que convincente, hasta el punto que emociono al estúpido de... Hasta el punto que emocionó también a su compañero de misión. Por otro lado, la del pelirrojo no era nada, era sencilla, con una frase final para darle énfasis y poco más. Bueno, cuantos más detalles das en una historia, más dudosa puede volverse, así que tal vez no estaba mal. Pero que fuera tan poca cosa, hacía dudar un poco a Ryu.
— Bien, bien. Creo que entonces está todo más que listo. Seguidme — dijo convencido, y dándoles la espalda para comenzar la marcha.
Las luces del inmenso barrio rojo danzaban de un lado a otro, algunas producidas por bombillas y carteles luminosos, así como otras más clásicas de linternas de papel. Las calles parecían tener un tono entre rojizo y anaranjado, y estaba casi completamente abarrotado, por lo que en cuanto el chunin se dio cuenta, decidió no perder de vista a ambos genin. Aunque la mayoría de los locales eran burdeles, también había algunos locales de restauración a la vez que puestos de comida. La mayoría del gentío, ni prestaba la más mínima atención al grupo, salvo alguna persona esporádica que se giraba para mirar al chico de los cuernos por su desentone, aunque las vistas se quedaban posteriormente por su preciosa cara, y las que no, caían sobre el pelirrojo quien también parecía levantar los ánimos con su apuesto rostro.
Tras cerca de un cuarto de hora caminando, llegarían hasta un local llamado El Diamante Rojo. Desde lejos parecia una casa tipica de aquellos distritos con varias decenas de habitaciones. La entrada estaba expuesta a la calle, y una señora mayor bastante bajita estaba sentada sobre un cojín atendiendo a los clientes.
— Vaya, vaya, ¿qué hace una jovencita como usted trabajando aquí? ¿Es tu madre quien se ocupa del local, no? ¿Puedo hablar con ella?
— ¡Ohohohoh! ¡Que cosas tiene! ¡Yo soy la dueña! — dijo agradecida por los cumplidos.
— ¿¡Usted!? Imposible, es demasiado joven para esto
— ¡Vaya! ¡Tenemos a un auténtico bribón aquí! — se tapó con su kimono de colores rosados y morados el rostro, algo avergonzada. — Si tuviera unos cuarenta años menos, no duraría en filtrar con usted, ¡pero sus encantos no le servirán para que le haga un descuento! Aunque con esa cara y ese cuerpo... No puedo negar que alguna de las chicas o chicos se niegue a darle uno. ¿O no preferiria mejor trabjar aquí?
En la barandilla del piso superior, varias personas vestidas con kimonos, observaban con una deseosa mirada al chico de cabellos oscuros.
— ¿Y si mejor trabaja aquí? Seguro que acabas siendo bastante solicitado
— Oh, gracias por la oferta, lo tendré en cuenta. Pero no, vengo para intentar buscarle trabajo a estos mocosos — dijo señalándolos, o más bien apuntando al suelo. — Seguro que le pueden ser de utilidad.
— Uuuhm... No sé, no sé... ¿Qué podríais aportarme más allá de vuestros cuerpos? Tengo ya más que suficientes orian, aunque uno más no me vendría mal
— Bien, bien. Creo que entonces está todo más que listo. Seguidme — dijo convencido, y dándoles la espalda para comenzar la marcha.
Las luces del inmenso barrio rojo danzaban de un lado a otro, algunas producidas por bombillas y carteles luminosos, así como otras más clásicas de linternas de papel. Las calles parecían tener un tono entre rojizo y anaranjado, y estaba casi completamente abarrotado, por lo que en cuanto el chunin se dio cuenta, decidió no perder de vista a ambos genin. Aunque la mayoría de los locales eran burdeles, también había algunos locales de restauración a la vez que puestos de comida. La mayoría del gentío, ni prestaba la más mínima atención al grupo, salvo alguna persona esporádica que se giraba para mirar al chico de los cuernos por su desentone, aunque las vistas se quedaban posteriormente por su preciosa cara, y las que no, caían sobre el pelirrojo quien también parecía levantar los ánimos con su apuesto rostro.
Tras cerca de un cuarto de hora caminando, llegarían hasta un local llamado El Diamante Rojo. Desde lejos parecia una casa tipica de aquellos distritos con varias decenas de habitaciones. La entrada estaba expuesta a la calle, y una señora mayor bastante bajita estaba sentada sobre un cojín atendiendo a los clientes.
— Vaya, vaya, ¿qué hace una jovencita como usted trabajando aquí? ¿Es tu madre quien se ocupa del local, no? ¿Puedo hablar con ella?
— ¡Ohohohoh! ¡Que cosas tiene! ¡Yo soy la dueña! — dijo agradecida por los cumplidos.
— ¿¡Usted!? Imposible, es demasiado joven para esto
— ¡Vaya! ¡Tenemos a un auténtico bribón aquí! — se tapó con su kimono de colores rosados y morados el rostro, algo avergonzada. — Si tuviera unos cuarenta años menos, no duraría en filtrar con usted, ¡pero sus encantos no le servirán para que le haga un descuento! Aunque con esa cara y ese cuerpo... No puedo negar que alguna de las chicas o chicos se niegue a darle uno. ¿O no preferiria mejor trabjar aquí?
En la barandilla del piso superior, varias personas vestidas con kimonos, observaban con una deseosa mirada al chico de cabellos oscuros.
— ¿Y si mejor trabaja aquí? Seguro que acabas siendo bastante solicitado
— Oh, gracias por la oferta, lo tendré en cuenta. Pero no, vengo para intentar buscarle trabajo a estos mocosos — dijo señalándolos, o más bien apuntando al suelo. — Seguro que le pueden ser de utilidad.
— Uuuhm... No sé, no sé... ¿Qué podríais aportarme más allá de vuestros cuerpos? Tengo ya más que suficientes orian, aunque uno más no me vendría mal
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