20/06/2022, 11:08
Las palabras de Ranko eran sinceras y cargadas de sentimiento, y aunque ambas sabían que la guerra tenía prácticamente una fecha de inicio, nadie sabía cuando terminaría. Por no hablar de la gente que podría perder la vida durante esta. Lyndis se tumbó mirando al techo con las manos sobre su estómago y un semblante ligeramente serio. Tenía plena confianza en sus capacidades y sabía lo fuerte que era, y en similar medida tenía un concepto bastante claro sobre las habilidades de Ranko y sus límites; pero nunca se había parado a pensar fríamente en lo que se avecinaba hasta que ahí misma se dio cuenta de lo que podía suponer perderla a ella o a su madre. Ahora parece que si empezaba a ser consciente de las palabras de Kinzaemon. El fragor del combate le nublaban la vista continuamente, y la posibilidad de medir sus capacidades una y otra vez hasta la extenuación era algo que le encantaba. ¿Qué mejor lugar que un campo de batalla para que naciera una Diosa?
— Ranko ¿hay algo que quieras hacer después de la guerra? — dijo sin apartar la mirada del techo, ni mover las manos, las cuales estaban una sobre la otra y a su vez sobre su estómago. Su tono sonaba serio, pero no había duda, preocupación ni enfado en su voz. — Algún lugar al que quieras ir, empezar algún hobby, probar algo, lo que sea
— Ranko ¿hay algo que quieras hacer después de la guerra? — dijo sin apartar la mirada del techo, ni mover las manos, las cuales estaban una sobre la otra y a su vez sobre su estómago. Su tono sonaba serio, pero no había duda, preocupación ni enfado en su voz. — Algún lugar al que quieras ir, empezar algún hobby, probar algo, lo que sea
¡Gracias a Ranko por el avatar!