22/06/2022, 20:51
La maniobra de Daigo dio sus frutos, arrancando una exclamación de asombro de la Llorona y la propia Matasanos. Su puño golpeó certero en el tronco del esclavo, para después, como si este no fuese más que una de esas bolas de boxeo con las que los pugilatos practicaban sus reflejos, encajarle los nudillos en el hígado.
El esclavo emitió un fuerte quejido antes de desplomarse en el suelo, vivo pero inconsciente. Cuando Daigo miró al cirujano, comprobó dos cosas: la primera, que había estado usando aquel tiempo para curarse las mejillas haciendo uso de un chakra verdoso; y, la segunda, que ahora sus ojos habían pasado de reflejar la furia controlada al pánico más primitivo. Se llevó algo a la boca y formó un sello.
De pronto, de sus labios, expulsó una neblina morada que llenó rápidamente la estancia.
—¡Cuidado! ¡Atrás! ¡ATRÁS!
El esclavo emitió un fuerte quejido antes de desplomarse en el suelo, vivo pero inconsciente. Cuando Daigo miró al cirujano, comprobó dos cosas: la primera, que había estado usando aquel tiempo para curarse las mejillas haciendo uso de un chakra verdoso; y, la segunda, que ahora sus ojos habían pasado de reflejar la furia controlada al pánico más primitivo. Se llevó algo a la boca y formó un sello.
De pronto, de sus labios, expulsó una neblina morada que llenó rápidamente la estancia.
—¡Cuidado! ¡Atrás! ¡ATRÁS!