12/02/2016, 23:35
Para su sorpresa, Daruu suspiró profundamente al escuchar sus palabras.
—¿Y si el propósito que quieres defender no es ganar? —explicó—. ¿Y si el propósito es salvar la vida, o salvar a alguien? En este caso, ¿y si el propósito fuese fastidiarles la apuesta y reírnos de ellos? —Ayame abrió la boca para replicar, pero Daruu le sonrió y le dio un suave golpe en el hombro—. Venga, tonta, admítelo. Odias perder. No me engañas.
—Yo... yo no estaba hablando de ganar... —refunfuñó, y agachó la mirada para que Daruu no la viera sonrojarse ante la evidencia. Se tocó el hombro, allí donde Daruu le había dado el toque amistoso. Realmente, en ningún momento había pronunciado la palabra "ganar"; pero él parecía tener la facultad de leer a través de ella como un libro abierto.
El viaje continuó durante varios largos minutos más; y, al cabo de lo que a Ayame le pareció una eternidad, llegaron al fin al paso que atravesaba el risco por un sinuoso camino repleto de rocas. No pudo evitar quedarse mirando con curiosidad al imponente hombre que guardaba la entrada. Tenía el pelo largo, atado con una cinta blanca, y lucía un extraño bigote sobre el labio superior. Sin embargo, lo que de verdad le había llamado la atención de aquel es que vestía una armadura que jamás había visto.
—¿Identificación?
Zetsuo se adelantó, pero antes de que pudiera entregarle las invitaciones al guardia, una estruendosa voz les sobresaltó:
—¡UN CHACA CHACA ÚN!
—¡¡¡EEEEEEEEEEEKKKK!!!
Ayame había pegado un agudo chillido e inmediatamente se había tapado los ojos con ambas manos para no presenciar aquella grotesca visión. El hombre que trataba de pasar ante otro guardia estaba vestido únicamente en taparrabos.
—¡Te he dicho que Noka me conoce de sobra, soy un reputado hechicero, déjame pasar o lo laMENTARÁS. UN CHACA UN.
Ayame entreabrió ligeramente la abertura de sus dedos, lo justo para poder observar a aquel extraño personaje. Si sumaban su extraña manera de hablar y su apariencia física, parecía un chamán sacado de un cuento de hadas. Cubría su rostro con una máscara de madera y no sólo eso, su mano derecha blandía un amenazador bastón del mismo material.
—Déjalo pasar, Hikiru, lo conocemos. Viene a comprar materiales a los mercaderes —intervino el guardia que estaba frente a ellos. El otro suspiró, pero no tardó en obedecer a su compañero. Y así, el extraño hombre-chamán entró en el risco y se perdió entre las rocas.
—Q... ¿Qué era eso...? —se atrevió a formular al fin Ayame, que seguía con su rostro sonrojado parcialmente oculto.
Zetsuo y Kōri suspiraron con pesadez al unísono. Tratando de ignorar lo inverosímil de la situación, el médico le tendió al guardia los tres papeles.
—Aotsuki Ayame, participante del Torneo de los Dojos, Aotsuki Kōri y Aotsuki Zetsuo, sus invitados —respondió al fin, con toda la calma que fue capaz de reunir.
Pero a Ayame no se le había escapado la mirada de profunda desaprobación que su padre le había echado al chamán. Como si de una enfermedad mal curada se tratara.
«Espero que nunca me mire as... Bah, a quién voy a engañar. Me engañó... No soy nada para él» Apartó la mirada, simulando observar las vistas.
—¿Y si el propósito que quieres defender no es ganar? —explicó—. ¿Y si el propósito es salvar la vida, o salvar a alguien? En este caso, ¿y si el propósito fuese fastidiarles la apuesta y reírnos de ellos? —Ayame abrió la boca para replicar, pero Daruu le sonrió y le dio un suave golpe en el hombro—. Venga, tonta, admítelo. Odias perder. No me engañas.
—Yo... yo no estaba hablando de ganar... —refunfuñó, y agachó la mirada para que Daruu no la viera sonrojarse ante la evidencia. Se tocó el hombro, allí donde Daruu le había dado el toque amistoso. Realmente, en ningún momento había pronunciado la palabra "ganar"; pero él parecía tener la facultad de leer a través de ella como un libro abierto.
El viaje continuó durante varios largos minutos más; y, al cabo de lo que a Ayame le pareció una eternidad, llegaron al fin al paso que atravesaba el risco por un sinuoso camino repleto de rocas. No pudo evitar quedarse mirando con curiosidad al imponente hombre que guardaba la entrada. Tenía el pelo largo, atado con una cinta blanca, y lucía un extraño bigote sobre el labio superior. Sin embargo, lo que de verdad le había llamado la atención de aquel es que vestía una armadura que jamás había visto.
—¿Identificación?
Zetsuo se adelantó, pero antes de que pudiera entregarle las invitaciones al guardia, una estruendosa voz les sobresaltó:
—¡UN CHACA CHACA ÚN!
—¡¡¡EEEEEEEEEEEKKKK!!!
Ayame había pegado un agudo chillido e inmediatamente se había tapado los ojos con ambas manos para no presenciar aquella grotesca visión. El hombre que trataba de pasar ante otro guardia estaba vestido únicamente en taparrabos.
—¡Te he dicho que Noka me conoce de sobra, soy un reputado hechicero, déjame pasar o lo laMENTARÁS. UN CHACA UN.
Ayame entreabrió ligeramente la abertura de sus dedos, lo justo para poder observar a aquel extraño personaje. Si sumaban su extraña manera de hablar y su apariencia física, parecía un chamán sacado de un cuento de hadas. Cubría su rostro con una máscara de madera y no sólo eso, su mano derecha blandía un amenazador bastón del mismo material.
—Déjalo pasar, Hikiru, lo conocemos. Viene a comprar materiales a los mercaderes —intervino el guardia que estaba frente a ellos. El otro suspiró, pero no tardó en obedecer a su compañero. Y así, el extraño hombre-chamán entró en el risco y se perdió entre las rocas.
—Q... ¿Qué era eso...? —se atrevió a formular al fin Ayame, que seguía con su rostro sonrojado parcialmente oculto.
Zetsuo y Kōri suspiraron con pesadez al unísono. Tratando de ignorar lo inverosímil de la situación, el médico le tendió al guardia los tres papeles.
—Aotsuki Ayame, participante del Torneo de los Dojos, Aotsuki Kōri y Aotsuki Zetsuo, sus invitados —respondió al fin, con toda la calma que fue capaz de reunir.
Pero a Ayame no se le había escapado la mirada de profunda desaprobación que su padre le había echado al chamán. Como si de una enfermedad mal curada se tratara.
«Espero que nunca me mire as... Bah, a quién voy a engañar. Me engañó... No soy nada para él» Apartó la mirada, simulando observar las vistas.