24/06/2022, 23:06
El flujo de las calles era bastante denso, hasta el punto de que les costó un poco avanzar por las calles. Ryu en ocasiones se detenía para echar la mirada atrás en búsqueda de Toshio; les llevó algo de tiempo, pero consiguieron avanzar sin un problema más allá de tener que detenerse en un par de ocasiones. Finalmente, alcanzaría un lugar parecido que tenía una forma bastante similar al último local que visitaron, aunque en el colorido cartel se podía leer "La Rosa Escarlata".
— Bueno, este era el otro local que estuve investigando — tenía las manos cruzadas, y miró a Toshio ladeando la cabeza simplemente. — Si no lo consigues... Pensaremos en otra cosa.
En un lateral de este, tras lo que parecían unos barrotes de metal, había bastantes hombres y mujeres que vestían kimonos de aspecto bastante lujoso. Simplemente, se mantenían allí, charlando entre ellos y bebiendo, como cachorros en un escaparate de una tienda de animales. La idea era bastante desagradable, pero así era como les resultaba más sencillo a los clientes elegir con quien querían pasar la noche. A un lado, había una entrada en la que se agolpaban algunas personas, y un ligero flujo de estas entraban y salían acompañados o solos con ropas similares. Sobre el tatami de la entrada, había un hombre mayor y bastante bajo, que compartía unas bebidas con una mujer también algo dañada por la edad y que le superaba en altura y anchura por varias veces.
— Tal vez sean cosas simples, pero el método de hacerlas, especias... etc. Suelen cambiar de un sitio a otro, seguro que algo tan simple como un caldo, ambas los hacemos de forma distinta
El jaleo de la calle era más que perceptible en el piso superior por el que caminaban, también se podían escuchar distintos tipos de instrumentos provenientes de algunas habitaciones. Unos parecían de viento, como flautas o armónicas, mientras que otros eran más alargados y ambiguos, como de shamisen u otros de cuerda o percusión. También se podían escuchar a gente simplemente hablar, y en tan exclusivamente una habitación se pudo llegar a escuchar un sonido algo más indecente.
Hana pudo comprobar que el edificio era realmente extenso a lo largo, aunque a lo ancho también había un par de pasillos con sus habitaciones. Finalmente, llegaron a una habitación con una puerta llena de rosas. La señora parecía algo nerviosa, y tocó a la puerta esperando una respuesta antes de abrirla.
— O-Oiran Mizuna, ha llegado una nueva chica, dice ser bastante habilidosa con las tareas de casa asi que... — Tragó saliva en una ocasión, y cuando la puerta se abrió ante ella, se arrodilló formalmente ante aquella mujer.
Era una mujer bastante alta, de ojos verdes y cabellos oscuros. Su pelo estaba recogido hacia atrás en su totalidad, y tenía mil y un abalorios sobre este; flores, algún peine, agujas y muchas otras que colgaban brillantes. Su rostro era pálido por el maquillaje, y la sombra de sus ojos de un color rojo bermellón como el que predominaba en su ostentoso kimono. Este último, tenía detalles negros como líneas y extraños patrones en formas geométricas, junto a un obi amarillo anaranjado que tenía un gran lazo en su espalda. Miró una única vez a la señora mayor, y después le devolvió la misma mirada a Hana. No parecía enfadada, de hecho se la veía ligeramente contenta.
— Vaya, ¿y quién es esta ricura?
— Bueno, este era el otro local que estuve investigando — tenía las manos cruzadas, y miró a Toshio ladeando la cabeza simplemente. — Si no lo consigues... Pensaremos en otra cosa.
En un lateral de este, tras lo que parecían unos barrotes de metal, había bastantes hombres y mujeres que vestían kimonos de aspecto bastante lujoso. Simplemente, se mantenían allí, charlando entre ellos y bebiendo, como cachorros en un escaparate de una tienda de animales. La idea era bastante desagradable, pero así era como les resultaba más sencillo a los clientes elegir con quien querían pasar la noche. A un lado, había una entrada en la que se agolpaban algunas personas, y un ligero flujo de estas entraban y salían acompañados o solos con ropas similares. Sobre el tatami de la entrada, había un hombre mayor y bastante bajo, que compartía unas bebidas con una mujer también algo dañada por la edad y que le superaba en altura y anchura por varias veces.
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— Tal vez sean cosas simples, pero el método de hacerlas, especias... etc. Suelen cambiar de un sitio a otro, seguro que algo tan simple como un caldo, ambas los hacemos de forma distinta
El jaleo de la calle era más que perceptible en el piso superior por el que caminaban, también se podían escuchar distintos tipos de instrumentos provenientes de algunas habitaciones. Unos parecían de viento, como flautas o armónicas, mientras que otros eran más alargados y ambiguos, como de shamisen u otros de cuerda o percusión. También se podían escuchar a gente simplemente hablar, y en tan exclusivamente una habitación se pudo llegar a escuchar un sonido algo más indecente.
Hana pudo comprobar que el edificio era realmente extenso a lo largo, aunque a lo ancho también había un par de pasillos con sus habitaciones. Finalmente, llegaron a una habitación con una puerta llena de rosas. La señora parecía algo nerviosa, y tocó a la puerta esperando una respuesta antes de abrirla.
— O-Oiran Mizuna, ha llegado una nueva chica, dice ser bastante habilidosa con las tareas de casa asi que... — Tragó saliva en una ocasión, y cuando la puerta se abrió ante ella, se arrodilló formalmente ante aquella mujer.
Era una mujer bastante alta, de ojos verdes y cabellos oscuros. Su pelo estaba recogido hacia atrás en su totalidad, y tenía mil y un abalorios sobre este; flores, algún peine, agujas y muchas otras que colgaban brillantes. Su rostro era pálido por el maquillaje, y la sombra de sus ojos de un color rojo bermellón como el que predominaba en su ostentoso kimono. Este último, tenía detalles negros como líneas y extraños patrones en formas geométricas, junto a un obi amarillo anaranjado que tenía un gran lazo en su espalda. Miró una única vez a la señora mayor, y después le devolvió la misma mirada a Hana. No parecía enfadada, de hecho se la veía ligeramente contenta.
— Vaya, ¿y quién es esta ricura?
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