3/08/2022, 15:50
Tanto Katsudon como Gyūki quedaron en silencio. Un tenso silencio, roto por el oleaje y por el intenso zumbido de la mortífera esfera que Isobu cargaba entre sus fauces. La espera se hizo eterna, y el Hachibi no parecía moverse en absoluto.
Todo sucedió en tan sólo cinco segundos. La esfera de energía salió disparada hacia ellos. Gyūki echó las manos a ambos lados de su cintura, donde llevaba atados, con un grueso cordel, los dos espadones de acero Sasaki.
—Bijūgiri.
Las espadas parecieron echar vapor, los filos encendidos de un chakra de color púrpura candente. Un tajo en cruz partió la bijūdama en cuatro pedazos, cada uno desviado en una dirección distinta. A sus espaldas escucharon unas terribles explosiones, el mar se agitó y hasta estuvieron a punto de caer desde los hombros de Gyūki al peligroso vaivén de Susanō. El cielo se tiñó de un color verde aguamarina durante unos segundos, cegándoles.
—Veo que sigues emperrado en seguirle el juego a los humanos, Gyūki... —Isobu habló con una voz grave, rasposa—. Después de todo lo que nos han hecho. Ah, claro... lo olvidaba. A ti te trataron como una mascota, no como un esclavo.
—Isobu, las palabras de padre...
—¡Las palabras de padre, sí! ¡Un humano, igual que todos ellos! Escucha, Gyūki. La familia se elige. Y yo ya he elegido.
—Elegiste a un tirano.
—Elegí a mi hermano mayor —corrigió Isobu—. A los míos. Pero basta. No he venido aquí a charlar. He venido a deteneros.
Isobu embestió hacia adelante, recortando rápidamente las distancia entre ellos. Gyūki se puso en guardia, y se temió lo peor.
Podía arreglárselas contra su hermano, pero no podía proteger a esos dos al mismo tiempo.
Entretanto, Katsudon se puso en guardia y respiró hondo. Era evidente que tramaba algo.
Todo sucedió en tan sólo cinco segundos. La esfera de energía salió disparada hacia ellos. Gyūki echó las manos a ambos lados de su cintura, donde llevaba atados, con un grueso cordel, los dos espadones de acero Sasaki.
—Bijūgiri.
Las espadas parecieron echar vapor, los filos encendidos de un chakra de color púrpura candente. Un tajo en cruz partió la bijūdama en cuatro pedazos, cada uno desviado en una dirección distinta. A sus espaldas escucharon unas terribles explosiones, el mar se agitó y hasta estuvieron a punto de caer desde los hombros de Gyūki al peligroso vaivén de Susanō. El cielo se tiñó de un color verde aguamarina durante unos segundos, cegándoles.
—Veo que sigues emperrado en seguirle el juego a los humanos, Gyūki... —Isobu habló con una voz grave, rasposa—. Después de todo lo que nos han hecho. Ah, claro... lo olvidaba. A ti te trataron como una mascota, no como un esclavo.
—Isobu, las palabras de padre...
—¡Las palabras de padre, sí! ¡Un humano, igual que todos ellos! Escucha, Gyūki. La familia se elige. Y yo ya he elegido.
—Elegiste a un tirano.
—Elegí a mi hermano mayor —corrigió Isobu—. A los míos. Pero basta. No he venido aquí a charlar. He venido a deteneros.
Isobu embestió hacia adelante, recortando rápidamente las distancia entre ellos. Gyūki se puso en guardia, y se temió lo peor.
Podía arreglárselas contra su hermano, pero no podía proteger a esos dos al mismo tiempo.
Entretanto, Katsudon se puso en guardia y respiró hondo. Era evidente que tramaba algo.