14/02/2016, 02:47
«Madre mía, pero si es el tal Daruu»
Daruu. Daruu era un joven shinobi de las tierras de Amegakure al cual Kaido conoció por primera vez durante la ceremonia de graduación de la academia ninja. Más allá de ese obligado encuentro que los reunió a ambos y a otro puñado de jóvenes prospectos, nunca tuvieron la disponibilidad de mantener una conversación civilizada. De hecho, fueron contados los encuentros entre ambos y todos llevaban implícito esa pizca de confrontación y rivalidad a la cual el tiburón parecía estar acostumbrado.
Kaido era una persona asidua a pasar por encima de todos. Imposición y superioridad, esa era su naturaleza. Y Daruu era de los pocos que no se dejaba amedrantar por su actitud, por lo siempre existía ese roce que por poco les llevó a los golpes durante su último encuentro.
De no ser por la madre del pelinegro, podrían haberse hecho daño.
—Sí, aquél día parecías muy seguro de ti mismo, Kaido —dijo Daruu—. Lástima que mi madre nos separara. Estuve muy cerca de enseñarte tu lugar en la cadena alimenticia. ¡NINGUNO! ¡YO NO COMO PESCADO!
El pez sonrió. Para suerte de su compañero, esa sería la primera vez que recibiría con gracia un comentario suyo y no pensaría inmediatamente en darle una hostia en la cara.
—Tu madre, sí. Esa mujer tiene más cojones que tú, te lo digo ya. Y fuerza, además; porque da unos jalones de orejas que te cagas —argumentó, recordando el cómo la mujer le había sacado a rastra de su restaurante—. debería pasarme por allá un día de estos para preguntarle su secreto. ¿Habrá sido de tanto batir crema para los pasteles que hace? —bromeó.
Trastabilló para acomodarse en la grama y quedar sentado sobre ella. Se tomó el muslo derecho y notó la piel rasgada, las rocas habían hecho un buen trabajo.
»En fin. ¿Y tú que cojones haces por estos lares? —preguntó—. ¿no estará ella contigo o sí?
Daruu. Daruu era un joven shinobi de las tierras de Amegakure al cual Kaido conoció por primera vez durante la ceremonia de graduación de la academia ninja. Más allá de ese obligado encuentro que los reunió a ambos y a otro puñado de jóvenes prospectos, nunca tuvieron la disponibilidad de mantener una conversación civilizada. De hecho, fueron contados los encuentros entre ambos y todos llevaban implícito esa pizca de confrontación y rivalidad a la cual el tiburón parecía estar acostumbrado.
Kaido era una persona asidua a pasar por encima de todos. Imposición y superioridad, esa era su naturaleza. Y Daruu era de los pocos que no se dejaba amedrantar por su actitud, por lo siempre existía ese roce que por poco les llevó a los golpes durante su último encuentro.
De no ser por la madre del pelinegro, podrían haberse hecho daño.
—Sí, aquél día parecías muy seguro de ti mismo, Kaido —dijo Daruu—. Lástima que mi madre nos separara. Estuve muy cerca de enseñarte tu lugar en la cadena alimenticia. ¡NINGUNO! ¡YO NO COMO PESCADO!
El pez sonrió. Para suerte de su compañero, esa sería la primera vez que recibiría con gracia un comentario suyo y no pensaría inmediatamente en darle una hostia en la cara.
—Tu madre, sí. Esa mujer tiene más cojones que tú, te lo digo ya. Y fuerza, además; porque da unos jalones de orejas que te cagas —argumentó, recordando el cómo la mujer le había sacado a rastra de su restaurante—. debería pasarme por allá un día de estos para preguntarle su secreto. ¿Habrá sido de tanto batir crema para los pasteles que hace? —bromeó.
Trastabilló para acomodarse en la grama y quedar sentado sobre ella. Se tomó el muslo derecho y notó la piel rasgada, las rocas habían hecho un buen trabajo.
»En fin. ¿Y tú que cojones haces por estos lares? —preguntó—. ¿no estará ella contigo o sí?