10/09/2022, 04:30
En un principio, Sayori vería poca cosa por ese pasillo, que era algo más largo de lo que parecía. Alguna que otra puerta a sendos lados y algún que otro cuadro que parecían ser algo más genéricos y de un estilo totalmente diferente al de la puerta.
Al final del camino estaba la cocina comedor que parecía bastante acogedora. Una cocina chica, 4 sillas alrededor de una mesa, la cual tenía en el centro unas flores coloridas dentro de un jarrón con agua. Parecía ser que todo estaba bastante limpio y ordenado, casi como si no se usara aquel lugar de la casa. O, bien, la limpieza era constante y continua como para que todo se mantuviera así.
Mayu no estaba para nada atenta a la ninja, al punto que, cuando esta última llegó a la cocina, podría ver a la artista con un tupper en la mano y metiéndose en otra habitación, sin estar muy atenta a ella . Si le seguía, podría ver que ese cuarto era más grande que la sala anterior, con una entrada de luz bastante grande que marcaba el fondo del lugar y con muchos más elementos. No estaba desordenado per se, pero la cantidad de cuadros colgados en la pared, apoyados en unos sillones que había allí e, incluso, alguno que otro puesto en caballetes, daba la impresión de un cierto caos. Estos cuadros si se parecían muchos más al que había colgado en la puerta. Detallados, con un toque de realismo moderno y, en su mayoría, de tonos más oscuros.
Había de todo un poco. Retratos, tanto de hombres como de mujeres, en su mayoría shinobis de Ame. Paisajes, tanto del Distrito Comercial, como algunas casas de Ame, como el edificio de la Arashikage, como tantos otros lugares de la aldea. Ella se encontraba en una esquina, donde solo había retratos de Michio. Sin duda, ya sea por la naturaleza del propio gato, eran las pinturas más coloridas que había en todo el lugar. De hecho, en varios cuadros los ojos de Michio eran más oscuros o más claros, incluso usando otro color en sí en algunos casos. A veces marrones, a veces azules.
La dueña estaba con una mano metida en el cajón de un mueble de madera mediano. De ahí sacó una pequeña estampa grabada con lo que parecía ser una técnica de xilografía. A pesar del tamaño del grabado, parecía que siempre intentaba mantener el mismo estilo, aunque se notaba que era algo más complicado lograr aquel realismo en ese formato. De un modo u otro, se notaban bien las facciones de Michio.
Cuando la mujer se dio vuelta, vio que la adolescente se encontraba allí.
—Ten, aquí tienes. — Se acercó a la Yuki y le dio tanto el tupper como el grabado.
El tupper tenía unas cuantas sardinas que parecían estar bastante frescas.
—Ya debes tener todo para identificarlo y encontrarlo, aunque te aseguró que te darás cuenta cuando lo veas. — Empezaría a caminar, con el mismo ritmo que llevaba antes. —Cierra la puerta cuando te retires.
Al menos que la detengan de alguna manera, la mujer se iría hacia otro lugar de la casa.
Al final del camino estaba la cocina comedor que parecía bastante acogedora. Una cocina chica, 4 sillas alrededor de una mesa, la cual tenía en el centro unas flores coloridas dentro de un jarrón con agua. Parecía ser que todo estaba bastante limpio y ordenado, casi como si no se usara aquel lugar de la casa. O, bien, la limpieza era constante y continua como para que todo se mantuviera así.
Mayu no estaba para nada atenta a la ninja, al punto que, cuando esta última llegó a la cocina, podría ver a la artista con un tupper en la mano y metiéndose en otra habitación, sin estar muy atenta a ella . Si le seguía, podría ver que ese cuarto era más grande que la sala anterior, con una entrada de luz bastante grande que marcaba el fondo del lugar y con muchos más elementos. No estaba desordenado per se, pero la cantidad de cuadros colgados en la pared, apoyados en unos sillones que había allí e, incluso, alguno que otro puesto en caballetes, daba la impresión de un cierto caos. Estos cuadros si se parecían muchos más al que había colgado en la puerta. Detallados, con un toque de realismo moderno y, en su mayoría, de tonos más oscuros.
Había de todo un poco. Retratos, tanto de hombres como de mujeres, en su mayoría shinobis de Ame. Paisajes, tanto del Distrito Comercial, como algunas casas de Ame, como el edificio de la Arashikage, como tantos otros lugares de la aldea. Ella se encontraba en una esquina, donde solo había retratos de Michio. Sin duda, ya sea por la naturaleza del propio gato, eran las pinturas más coloridas que había en todo el lugar. De hecho, en varios cuadros los ojos de Michio eran más oscuros o más claros, incluso usando otro color en sí en algunos casos. A veces marrones, a veces azules.
La dueña estaba con una mano metida en el cajón de un mueble de madera mediano. De ahí sacó una pequeña estampa grabada con lo que parecía ser una técnica de xilografía. A pesar del tamaño del grabado, parecía que siempre intentaba mantener el mismo estilo, aunque se notaba que era algo más complicado lograr aquel realismo en ese formato. De un modo u otro, se notaban bien las facciones de Michio.
Cuando la mujer se dio vuelta, vio que la adolescente se encontraba allí.
—Ten, aquí tienes. — Se acercó a la Yuki y le dio tanto el tupper como el grabado.
El tupper tenía unas cuantas sardinas que parecían estar bastante frescas.
—Ya debes tener todo para identificarlo y encontrarlo, aunque te aseguró que te darás cuenta cuando lo veas. — Empezaría a caminar, con el mismo ritmo que llevaba antes. —Cierra la puerta cuando te retires.
Al menos que la detengan de alguna manera, la mujer se iría hacia otro lugar de la casa.