15/09/2022, 01:06
La Estranguladora mostró una sonrisa salvaje, una que Daigo nunca había visto en ella. Sus ojos brillaban con la locura de un lobo con la rabia que acababa de atrapar a su presa. Un hilillo de saliva le caía por los labios. No aflojó el agarre.
—No puedo evitarl… —No pudo terminar la frase. La Hambrienta acababa de atravesarle la sien con un bisturí. ¿Cuándo lo había conseguido? La cadáver cayó encima del médico, ya muerto o inconsciente.
—Jódete, hija de puta. ¡Esto por la Ciega! —dijo, y escupió en su cadáver.
—¡Imbécil! —exclamó la Matasanos, en un arrebato—. ¡La llamábamos la estranguladora por algo! ¡Nunca degolló a nadie!
—Entonces quién fue, ¿eh?
Se oyó la risita de Risitas.
—Vas… a conseguir… que nos maten… ¡A TODOS!
—No puedo evitarl… —No pudo terminar la frase. La Hambrienta acababa de atravesarle la sien con un bisturí. ¿Cuándo lo había conseguido? La cadáver cayó encima del médico, ya muerto o inconsciente.
—Jódete, hija de puta. ¡Esto por la Ciega! —dijo, y escupió en su cadáver.
—¡Imbécil! —exclamó la Matasanos, en un arrebato—. ¡La llamábamos la estranguladora por algo! ¡Nunca degolló a nadie!
—Entonces quién fue, ¿eh?
Se oyó la risita de Risitas.
—Vas… a conseguir… que nos maten… ¡A TODOS!