15/09/2022, 21:18
La Hambrienta trató de evitar el agarre, pero fue inútil. En distancias cortas, Daigo la manejaba como un maestro ninja que quisiese darle la lección de su vida al chavalín recién entrado en la academia con aires de grandeza. Era incluso abusivo, el nivel estaba demasiado desparejo.
La mujer comprendió entonces que quizá había cometido un error, uno con el que podría pagar con su vida. La rabia se vio infectada por el miedo, y el miedo, por una tendencia más favorable a la sumisión.
—E-está bien. Joder, está bien. Cuando la vi estrangular al médico pensé que fue así como… Joder, hasta que salgamos. Hasta que salgamos, Sin Piernas —repitió, agarrándose a la promesa de Daigo.
Si el kusajin echaba la mirada atrás, comprobaría que la Matasanos tenía sus ojos acusatorios clavados en él, como diciendo: recuerda lo que pasó la última vez; recuerda a quién perdimos por ser un blando.
La mujer comprendió entonces que quizá había cometido un error, uno con el que podría pagar con su vida. La rabia se vio infectada por el miedo, y el miedo, por una tendencia más favorable a la sumisión.
—E-está bien. Joder, está bien. Cuando la vi estrangular al médico pensé que fue así como… Joder, hasta que salgamos. Hasta que salgamos, Sin Piernas —repitió, agarrándose a la promesa de Daigo.
Si el kusajin echaba la mirada atrás, comprobaría que la Matasanos tenía sus ojos acusatorios clavados en él, como diciendo: recuerda lo que pasó la última vez; recuerda a quién perdimos por ser un blando.