22/09/2022, 15:49
Todos parecieron estar de acuerdo, pero a Daigo se le había olvidado una cosa y la Matasanos lo remedió pronto. Alzó al ninja médico con una mano, agarrándole por la bata, y tras un momento de concentración, le pegó tal puñetazo en el pecho que lo estampó contra la pared más lejana abriendo un cráter en ella.
Quedó inconsciente en el acto, probablemente con alguna costilla rota.
—Matasanos…
—Solo así pensarán que intentó detenernos, ¿no? —se defendió, mirando la mano con la que había dado el golpe, pensativa, mientras la abría y cerraba intermitentemente. Todos quedaron impresionados por la fuerza demostrada, una jamás vista en el interior del Ojete de Ōnindo.
El trance le duró poco, y la Matasanos se unió al grupo junto a Chillidos, que había aceptado la ayuda del Sin Piernas, y el resto. Pronto sus pasos volvieron por el oscuro pasillo, tenuemente iluminado por lámparas azuladas, que conducía a su celda. Más allá de esta, pronto encontraron dos portalones, uno a cada lado, con un letrero al lado, como el que habría en un hospital.
No eran exactamente los nombres mencionados por el ninja médico, pero el grupo podía captar el mensaje. ¿Se internarían en algunas de estas salas, o seguirían hacia adelante?
—Es extraño que no haya ningún guarda —susurró la Llorona.
—Nathifa confía demasiado en sus defensas externas —analizó Chillidos—. Y en el interior la mayoría de sus ninjas están dominados por sellos. Se debe pensar que no necesita vigilancia ni protección en el nivel más bajo de la prisión.
Ahora que se había hecho el silencio, desde la puerta izquierda —la sala de ensayo clínico— oyeron una especie de llanto. Nada más que un sollozo intermitente.
Quedó inconsciente en el acto, probablemente con alguna costilla rota.
—Matasanos…
—Solo así pensarán que intentó detenernos, ¿no? —se defendió, mirando la mano con la que había dado el golpe, pensativa, mientras la abría y cerraba intermitentemente. Todos quedaron impresionados por la fuerza demostrada, una jamás vista en el interior del Ojete de Ōnindo.
El trance le duró poco, y la Matasanos se unió al grupo junto a Chillidos, que había aceptado la ayuda del Sin Piernas, y el resto. Pronto sus pasos volvieron por el oscuro pasillo, tenuemente iluminado por lámparas azuladas, que conducía a su celda. Más allá de esta, pronto encontraron dos portalones, uno a cada lado, con un letrero al lado, como el que habría en un hospital.
«Sala de Ensayo Clínico»
«Sala de Reinserción Social»
«Sala de Reinserción Social»
No eran exactamente los nombres mencionados por el ninja médico, pero el grupo podía captar el mensaje. ¿Se internarían en algunas de estas salas, o seguirían hacia adelante?
—Es extraño que no haya ningún guarda —susurró la Llorona.
—Nathifa confía demasiado en sus defensas externas —analizó Chillidos—. Y en el interior la mayoría de sus ninjas están dominados por sellos. Se debe pensar que no necesita vigilancia ni protección en el nivel más bajo de la prisión.
Ahora que se había hecho el silencio, desde la puerta izquierda —la sala de ensayo clínico— oyeron una especie de llanto. Nada más que un sollozo intermitente.