22/09/2022, 17:04
Daigo pudo ver, sorprendido, como la Matasanos le pegaba tal puñetazo al médico que lo mandó a volar contra una pared, abriendo un cráter en ella. Si la pared había quedado así de destrozada, no quería imaginarse cómo debían estar las costillas del hombre, pero era necesario. Al menos no estaba muerto.
— Sí. —Le respondió a la mujer—. Buen golpe.
«No podría dar yo uno de esos ni aunque quisiera...»
Al salir, el grupo atravesó un oscuro pasillo que iba más allá de las celdas donde habían pasado semanas e incluso meses encerrados sin tener contacto con el exterior. Al pasar por la entrada al Ojete de Ōnindo, el chico no desaprovechó la oportunidad de detenerse un momento para despegar con mucho cuidado el sello supresor de chakra que había en la entrada. Era una herramienta que le podría ser muy útil más tarde, si es que no había perdido el adherente, claro.
Continuaron caminando, pasando, encontrándose a cada lado con dos de las habitaciones que había mencionado el médico antes: la de experimentos y la sala en la que colocan los sellos de esclavitud. Todo estaba yendo bien. Demasiado bien. No se habían encontrado con ningún guardia, ni con nada que los detuviese, cosa que la Llorona no dudó en comentar.
— Hace tiempo hubo una fuga importante en esta prisión. No me puedo creer que Nathifa no haya reforzado la seguridad desde entonces. —Había empezado a convertir a los criminales en esclavos, sí ¿pero eso era todo?—. No podemos confiarnos.
Daigo se giró hacia la sala de ensayo clínico en cuanto escuchó los llantos, deteniendo su caminar durante unos segundos mientras miraba aquella puerta. Había alguien llorando allí dentro y él quería entrar para hacer algo al respecto. Lo necesitaba, pero este no era su momento de salvar a nadie. Ese momento llegaría luego, así que con dolor continuó con su camino.
«Haré algo al respecto. Lo prometo».
— Sí. —Le respondió a la mujer—. Buen golpe.
«No podría dar yo uno de esos ni aunque quisiera...»
Al salir, el grupo atravesó un oscuro pasillo que iba más allá de las celdas donde habían pasado semanas e incluso meses encerrados sin tener contacto con el exterior. Al pasar por la entrada al Ojete de Ōnindo, el chico no desaprovechó la oportunidad de detenerse un momento para despegar con mucho cuidado el sello supresor de chakra que había en la entrada. Era una herramienta que le podría ser muy útil más tarde, si es que no había perdido el adherente, claro.
Continuaron caminando, pasando, encontrándose a cada lado con dos de las habitaciones que había mencionado el médico antes: la de experimentos y la sala en la que colocan los sellos de esclavitud. Todo estaba yendo bien. Demasiado bien. No se habían encontrado con ningún guardia, ni con nada que los detuviese, cosa que la Llorona no dudó en comentar.
— Hace tiempo hubo una fuga importante en esta prisión. No me puedo creer que Nathifa no haya reforzado la seguridad desde entonces. —Había empezado a convertir a los criminales en esclavos, sí ¿pero eso era todo?—. No podemos confiarnos.
Daigo se giró hacia la sala de ensayo clínico en cuanto escuchó los llantos, deteniendo su caminar durante unos segundos mientras miraba aquella puerta. Había alguien llorando allí dentro y él quería entrar para hacer algo al respecto. Lo necesitaba, pero este no era su momento de salvar a nadie. Ese momento llegaría luego, así que con dolor continuó con su camino.
«Haré algo al respecto. Lo prometo».
![[Imagen: IMG-20210515-202948-586.png]](https://i.ibb.co/fqtcMG8/IMG-20210515-202948-586.png)
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.