22/09/2022, 17:51
Dejaron atrás el llanto solitario, sin mirar atrás ninguno de ellos. Habían sufrido demasiadas penurias, todos ellos. Quizá eso volviese más empático a alguno, pero no lo suficiente como para arriesgar un ápice su posibilidad de escapar. Siguiendo el camino, encontraron otro par de puertas con el cartel de almacén en una y otra sin identificativo alguno. Luego, llegaron a una bifurcación.
—Esperad —susurró la Matasanos, agachándose en una esquina y asomando la cabeza lo justo y necesario—. Dos guardias custodian una puerta a la izquierda. Joder, ni se mueven, parecen estatuas —repitió el gesto hacia el pasillo contrario—. Dos puertas a la derecha. Una de ellas custodiada por otros dos guardias.
—Dejadme a mí —dijo, para sorpresa de muchos—. Les revelaré quién soy. En cuanto sepan que soy la Faraonesa, obedecerán.
La Matasanos rodó los ojos.
Risitas rio.
Chillidos apretó tanto las mandíbulas que le chirriaron.
La Llorona se llevó la mano al pecho, asustada.
La Hambrienta se llevó una mano al rostro, negando con la cabeza.
—Esperad —susurró la Matasanos, agachándose en una esquina y asomando la cabeza lo justo y necesario—. Dos guardias custodian una puerta a la izquierda. Joder, ni se mueven, parecen estatuas —repitió el gesto hacia el pasillo contrario—. Dos puertas a la derecha. Una de ellas custodiada por otros dos guardias.
—Dejadme a mí —dijo, para sorpresa de muchos—. Les revelaré quién soy. En cuanto sepan que soy la Faraonesa, obedecerán.
La Matasanos rodó los ojos.
Risitas rio.
Chillidos apretó tanto las mandíbulas que le chirriaron.
La Llorona se llevó la mano al pecho, asustada.
La Hambrienta se llevó una mano al rostro, negando con la cabeza.