28/09/2022, 21:55
La mujer de pelo blanco entornó los ojos cuando Daigo reveló la información de la salida secreta. Abrió la boca para decir algo, pero cambió de idea. Daigo se dio cuenta que, desde que había logrado llegar a la mesa rectangular, el miedo que arrugaba el contorno de sus ojos y el rictus en sus labios se había suavizado. El kusajin pudo intuir que la mujer apretó algo situada en el borde de la mesa con una mano, y entonces el miedo de ella se convirtió en una tensa calma.
Incluso se permitió sonreír.
—No sé dónde se encuentra la entrada a los túneles, y aunque lo supiese —hinchó el pecho llena de orgullo—, me arrancaría la lengua antes de contártelo. Habéis llegado lejos, prisioneros. Pero aquí se acaba vuestra aventura.
Incluso se permitió sonreír.
—No sé dónde se encuentra la entrada a los túneles, y aunque lo supiese —hinchó el pecho llena de orgullo—, me arrancaría la lengua antes de contártelo. Habéis llegado lejos, prisioneros. Pero aquí se acaba vuestra aventura.