29/09/2022, 17:52
¡¡ZZZZUMP!!
Reiji se liberó de su prisión al mismo tiempo que Katsudon, quien había utilizado sus propios medios pese a que el espadachín no fuera consciente de ellos. Al parecer, que Reiji poseyera chakra de Gyūki fue una tremenda sorpresa para el Sanbi, quien no pudo hacer otra cosa que zafarse de su hermano mayor a tiempo suficiente para bajar la mirada y ver lo que se le venía encima... o más bien, ver lo que se le venía debajo.
Isobu fue separado del medio que más ventaja le otorgaba, y salió disparado hacia arriba. Reiji, por su parte, se hundió hacia abajo víctima de las leyes de la física. Tardaría un poco más en llegar a la superficie, si es lo que pretendía, y si fue lo que pretendió, sin duda presenció una de las batallas más cortas pero más emocionantes de toda la historia de Oonindo. De una escala sin precedentes.
Gyūki tenía la boca abierta. Cargaba una esfera de chakra gigantesca, de una escala mucho mayor a la que el Sanbi les había arrojado con anterioridad. Reiji supo en ese momento, sin ningún atisbo de duda, que aquella bijūdama tenía la capacidad de acabar con una villa entera. De Kenzou, el antiguo Morikage, se contaba que había sido capaz de detener una bomba como aquella. Pero en Uzushiogakure no había nadie como él. Quizás fuera imposible incluso sellarla.
Además, esta era aún más grande que la que había lanzado Eikyū Juro.
La esfera salió disparada hacia el cielo, donde se habían invertido las leyes de la naturaleza y las tortugas legendarias ahora volaban atónitas al espectáculo, y casi reconociendo ya la derrota. Cómo no iba a reconocerla, pues, viendo lo que se venía encima.
Porque fue entonces...
Fue entonces cuando Reiji vio al hombre más valiente de los innumerables mares de Oonindo, de pie sobre el agua, henchido de orgullo, de un tamaño colosal, más incluso que Gyūki. Katsudon estaba allí mirando al cielo con sus enormes cejas arqueadas de pura ira y esfuerzo, y blandía su bastón cuchara, que había crecido proporcionalmente. El hombretón apoyaba la cuchara en la superficie marina, y ante la atónita mirada de Gyūki, creaba su propia esfera de energía. Su propia bomba monstruosa, hecha de puras y ardientes llamas.
Pero aquello era...
Aquello era...
Aquello era...
Sin alguna duda...
¡Un colosal...!
Usando la cuchara como catapulta, Katsudon lanzó su particular versión de la técnica más representativa de Uzushiogakure. Reiji entendió entonces por qué Katsudon había sido la mano derecha de Hanabi.
Era porque a pesar de las apariencias, quizás era tan o más fuerte que él.
Un auténtico ninja de rango Kage.
Las dos esferas colosales chocaron la una contra la otra, y liberaron un estallido de llamas y de energía que convirtió a lo que había sido una de las Nueve Bestias con Cola en cenizas. Pero la onda de choque llegó pronto hacia nuestros héroes, que se vieron sumergidos —gracias a los dioses— bajo las aguas de un océano revuelto y furioso. Reiji trató de respirar, abrió los ojos y vio a Katsudon, alejándose, mucho más delgado que lo recordaba... e inconsciente.
Tarde o temprano, él también acabaría por cerrar los ojos. Sintió el agua entrando en los pulmones...
...todo se volvió tan negro como la noche.
Noche. Era de noche. Reiji despertó tosiendo agua. Pronto tuvo que darse la vuelta para no ahogarse. Escupió agua, sal y arena, y tras unos minutos se dio cuenta de que se encontraba solo. Solo, y completamente desprovisto de equipamiento. Cuando la vista volvió del todo, encontró su espada, y el resto de sus pertenencias, un poco más allá. Pero no había rastro de sus compañeros. Aparentemente estaba en una playa. Frente a él, el océano. Tras él, cocoteros y otro mar, esta vez de vegetación. Ni rastro de Katsudon y Gyūki. Tampoco de Isobu, afortunadamente.
¿Estarían bien?
Reiji se liberó de su prisión al mismo tiempo que Katsudon, quien había utilizado sus propios medios pese a que el espadachín no fuera consciente de ellos. Al parecer, que Reiji poseyera chakra de Gyūki fue una tremenda sorpresa para el Sanbi, quien no pudo hacer otra cosa que zafarse de su hermano mayor a tiempo suficiente para bajar la mirada y ver lo que se le venía encima... o más bien, ver lo que se le venía debajo.
¡¡SssssPLASSsssh!!
Isobu fue separado del medio que más ventaja le otorgaba, y salió disparado hacia arriba. Reiji, por su parte, se hundió hacia abajo víctima de las leyes de la física. Tardaría un poco más en llegar a la superficie, si es lo que pretendía, y si fue lo que pretendió, sin duda presenció una de las batallas más cortas pero más emocionantes de toda la historia de Oonindo. De una escala sin precedentes.
Gyūki tenía la boca abierta. Cargaba una esfera de chakra gigantesca, de una escala mucho mayor a la que el Sanbi les había arrojado con anterioridad. Reiji supo en ese momento, sin ningún atisbo de duda, que aquella bijūdama tenía la capacidad de acabar con una villa entera. De Kenzou, el antiguo Morikage, se contaba que había sido capaz de detener una bomba como aquella. Pero en Uzushiogakure no había nadie como él. Quizás fuera imposible incluso sellarla.
Además, esta era aún más grande que la que había lanzado Eikyū Juro.
La esfera salió disparada hacia el cielo, donde se habían invertido las leyes de la naturaleza y las tortugas legendarias ahora volaban atónitas al espectáculo, y casi reconociendo ya la derrota. Cómo no iba a reconocerla, pues, viendo lo que se venía encima.
Porque fue entonces...
Fue entonces cuando Reiji vio al hombre más valiente de los innumerables mares de Oonindo, de pie sobre el agua, henchido de orgullo, de un tamaño colosal, más incluso que Gyūki. Katsudon estaba allí mirando al cielo con sus enormes cejas arqueadas de pura ira y esfuerzo, y blandía su bastón cuchara, que había crecido proporcionalmente. El hombretón apoyaba la cuchara en la superficie marina, y ante la atónita mirada de Gyūki, creaba su propia esfera de energía. Su propia bomba monstruosa, hecha de puras y ardientes llamas.
Pero aquello era...
¡¡KATON...
Aquello era...
CHŌ BAIKA
Aquello era...
CHŌ
Sin alguna duda...
ŌDAMA
¡Un colosal...!
MEATBALL
...RASENGAN!!
Usando la cuchara como catapulta, Katsudon lanzó su particular versión de la técnica más representativa de Uzushiogakure. Reiji entendió entonces por qué Katsudon había sido la mano derecha de Hanabi.
Era porque a pesar de las apariencias, quizás era tan o más fuerte que él.
Un auténtico ninja de rango Kage.
¡¡¡BAUM!!
Las dos esferas colosales chocaron la una contra la otra, y liberaron un estallido de llamas y de energía que convirtió a lo que había sido una de las Nueve Bestias con Cola en cenizas. Pero la onda de choque llegó pronto hacia nuestros héroes, que se vieron sumergidos —gracias a los dioses— bajo las aguas de un océano revuelto y furioso. Reiji trató de respirar, abrió los ojos y vio a Katsudon, alejándose, mucho más delgado que lo recordaba... e inconsciente.
Tarde o temprano, él también acabaría por cerrar los ojos. Sintió el agua entrando en los pulmones...
...todo se volvió tan negro como la noche.
· · ·
Noche. Era de noche. Reiji despertó tosiendo agua. Pronto tuvo que darse la vuelta para no ahogarse. Escupió agua, sal y arena, y tras unos minutos se dio cuenta de que se encontraba solo. Solo, y completamente desprovisto de equipamiento. Cuando la vista volvió del todo, encontró su espada, y el resto de sus pertenencias, un poco más allá. Pero no había rastro de sus compañeros. Aparentemente estaba en una playa. Frente a él, el océano. Tras él, cocoteros y otro mar, esta vez de vegetación. Ni rastro de Katsudon y Gyūki. Tampoco de Isobu, afortunadamente.
¿Estarían bien?