12/10/2022, 22:41
Nuevamente sin Kyo y sin el superpoder de orientarse, Sayori decidió optar por revisar la casa con la reja abierta. A unos cuantos metros de la puerta, podía ver de lejos aquel charco de un color oscuro y que parecía tener una sequedad de unos cuantos días. Más de cerca, se notaba que ese charco empezaba su rastro desde la parte del suelo donde no daba la lluvia. La parte donde si daba el agua, no parecía haber algún rastro de nada.
La ninja tocó la puerta e iba a tener que esperar, por lo menos más de lo que había esperado en la anterior casa. Con la curiosidad digna de un gato, la chica intentó mirar por una de las ventanas que se encontraban allí. Realmente, estaba entrecerradas y poco podía ver. La iluminación y el desorden que había dentro no le ayudaba mucho. Con algo de suerte, pudo distinguir algún movimiento dentro de la casa. Una figura a la que solo se le veía por la mitad, su otra parte la tapaba el marco de una puerta. Parecía que decía cosas a un otro que parecía estar dentro de esa habitación. No pudo notar exactamente que decía, pero su tono de voz era tierno, como si le estuviese hablando a un bebé.
—Ya voy. — Soltó más fuerte en dirección a la entrada.
A diferencia de lo que estaba escuchando, se oyó una voz más grave y, acto seguido, cerró la puerta de aquella habitación con cierto cuidado. Luego, se encaminó hacia la puerta de la entrada.
Abrió la puerta, no completamente, y se asomó un poco para ver quien era. El hombre alto lo primero que vio fue la bandana de la Yuki, luego a sus ojos.
—¿Algún problema, kunoichi?
El tipo era algo corpulento y parecía haber estado bien entrenado antaño, ahora estaba un poco entrado en años. No era del todo mayor, pero se le podían calcular unos cuarenta y largos. Sus ojos claros parecían estar cansados y con ojeras. El cabello era corto y su color ya era completamente blanco.
La ninja tocó la puerta e iba a tener que esperar, por lo menos más de lo que había esperado en la anterior casa. Con la curiosidad digna de un gato, la chica intentó mirar por una de las ventanas que se encontraban allí. Realmente, estaba entrecerradas y poco podía ver. La iluminación y el desorden que había dentro no le ayudaba mucho. Con algo de suerte, pudo distinguir algún movimiento dentro de la casa. Una figura a la que solo se le veía por la mitad, su otra parte la tapaba el marco de una puerta. Parecía que decía cosas a un otro que parecía estar dentro de esa habitación. No pudo notar exactamente que decía, pero su tono de voz era tierno, como si le estuviese hablando a un bebé.
—Ya voy. — Soltó más fuerte en dirección a la entrada.
A diferencia de lo que estaba escuchando, se oyó una voz más grave y, acto seguido, cerró la puerta de aquella habitación con cierto cuidado. Luego, se encaminó hacia la puerta de la entrada.
Abrió la puerta, no completamente, y se asomó un poco para ver quien era. El hombre alto lo primero que vio fue la bandana de la Yuki, luego a sus ojos.
—¿Algún problema, kunoichi?
El tipo era algo corpulento y parecía haber estado bien entrenado antaño, ahora estaba un poco entrado en años. No era del todo mayor, pero se le podían calcular unos cuarenta y largos. Sus ojos claros parecían estar cansados y con ojeras. El cabello era corto y su color ya era completamente blanco.