19/10/2022, 21:16
Al poco de proponerlo, Moguko aceptó la decisión del titiritero, y guardó también su propia bandana. La chica parecía bien decidida a encontrar el problema que habían venido buscando, o al menos a dar con la chica que escribía esa carta todos los días. La kunoichi señaló el cartel de la aldea que buscaban, e informó de cuál era. Sin demora, preguntó si le parecía bien que avanzasen en esa dirección.
—Sí, me parece correcto.
Pudieron avanzar varios metros en ese camino asfaltado, a decir verdad no solo varios metros, si no varias decenas de metros. El susodicho camino iba ascendiendo poco a poco, alejándose del pueblo contiguo, haciendo una serie de serpenteantes curvas que se sucedían a distintas alturas, cada vez mayores obviamente. En cierto punto del camino, con Nokoto ya visiblemente cercana, podrían divisar un pequeño grupo de enormes rocas, y a quizás 500 metros la entrada del pueblo. No habían vallas, no habían muros, simplemente daban comienzo los coloridos edificios que lo conformaban. Un dato curioso, es que no resonaban voces, ruidos, o se podía ver algún rastro de vida. Desde lejos, parecía un pueblo fantasma.
Apenas fuesen a pasar por al lado de las rocas que tenían a mano derecha del camino, podrían ver un curioso dibujo en la primera de ellas. No era fácil evadir la mirada, llamaba bastante la atención ese trozo de papel sobre la oscura piel de las rocas. Si los chicos se acercaban lo suficiente, cosa que al menos el marionetista haría, podrían ver el contenido. Se trataba de un dibujo muy simple, con rayones típicos de dibujos hechos por un infante no demasiado experto en el arte, y en el que los colores salían de las líneas negras. El dibujo en sí era aparentemente el pueblo que tenían frente a ellos, con una extraña luz verde en la torre. Abajo ponía:
El titiritero arqueó una ceja, y quedó tratando de comprender el significado. Realmente el texto era simple, y fácil de comprender, pero no entendía cuál sería el motivo. ¿Acaso el motivo era esa luz verdosa?.
—¿Y ésto? ¿qué clase de cartel es éste?. —No pudo evitar preguntarlo, casi parecía una broma.
—Sí, me parece correcto.
Pudieron avanzar varios metros en ese camino asfaltado, a decir verdad no solo varios metros, si no varias decenas de metros. El susodicho camino iba ascendiendo poco a poco, alejándose del pueblo contiguo, haciendo una serie de serpenteantes curvas que se sucedían a distintas alturas, cada vez mayores obviamente. En cierto punto del camino, con Nokoto ya visiblemente cercana, podrían divisar un pequeño grupo de enormes rocas, y a quizás 500 metros la entrada del pueblo. No habían vallas, no habían muros, simplemente daban comienzo los coloridos edificios que lo conformaban. Un dato curioso, es que no resonaban voces, ruidos, o se podía ver algún rastro de vida. Desde lejos, parecía un pueblo fantasma.
Apenas fuesen a pasar por al lado de las rocas que tenían a mano derecha del camino, podrían ver un curioso dibujo en la primera de ellas. No era fácil evadir la mirada, llamaba bastante la atención ese trozo de papel sobre la oscura piel de las rocas. Si los chicos se acercaban lo suficiente, cosa que al menos el marionetista haría, podrían ver el contenido. Se trataba de un dibujo muy simple, con rayones típicos de dibujos hechos por un infante no demasiado experto en el arte, y en el que los colores salían de las líneas negras. El dibujo en sí era aparentemente el pueblo que tenían frente a ellos, con una extraña luz verde en la torre. Abajo ponía:
¡Cuidado! ¡No entrar!
El titiritero arqueó una ceja, y quedó tratando de comprender el significado. Realmente el texto era simple, y fácil de comprender, pero no entendía cuál sería el motivo. ¿Acaso el motivo era esa luz verdosa?.
—¿Y ésto? ¿qué clase de cartel es éste?. —No pudo evitar preguntarlo, casi parecía una broma.